Me sorprendieron varios estudios que sugieren que la filiación politica está conectada a miedos ancestrales, a la relación con la madre, a la seguridad personal en la infancia… La relación entre los sentimientos y el pensamiento siempre ha sido especialmente difusa. Algunos cree que es posible tener una mente fría capaz de pensamiento ajenos a los sentimientos, pero entre más avanzo en la política más claro me parece que todo pensamiento tiene en su núcleo un sentimiento, casi un instinto. Luego, se elaboran los racionamientos para sustentarlas, explicarlas, justificarlas.
Sucede, a veces, que las buenas razones son tan elaboradas que terminan por ennegrecer la mente. Lo hacen mediante varias estrategias que redistribuyen entre una línea que va desde quienes toman todos los argumentos ajenos y los derrotan, y quienes ridiculizan lo que es contrario. En el debate que vive el país sobre la Paz, se confunden los sentimientos, los deseos, las razones y se deja de mirar de frente a quienes piensan distinto.
Esa acusación la veo desde varios columnistas hacia los otros. La veo en las redes sociales de unos a los contrarios. Tengo la consciencia tranquila sobre mi manera de entender a los que no piensan como yo. No los considero menos ni más. En todos reconozco el deseo de que todo sea mejor en Colombia. Entiendo que en general los seres humanos nos movemos en un continuo; unos más soñadores, otros más ingenuos, algunos con más fe, muchos con más deseos que realidades. Esas diferencias en la manera de valorar, relacionadas con los íntimos instintos hacen que nuestras porciones y nuestras ideas sean distintas.
Es útil la tremenda analogía del caso de las familias que tienen un miembro secuestrado, que tan horrendamente conocemos los colombianos. Unas familias optaban por pagar lo que fuera, lo más pronto posible. Otras en cambio, no pagan, porque consideran que aquellos recursos servirán para el secuestro de otros. Había muchas razones, que se podían compartir o no, pero nadie se atrevería a cuestionar el amor de esa familia por el secuestrado.
Lo cierto es nadie puede tildarse de “guerrerista” salvo a los que con fusiles asesinan colombianos. No se puede tratar de neonazi y fascista a quienes ejercen la oposición. No se puede tratarse de delincuente a quienes han trabajado por Colombia desde la legalidad.
Quería escribir alguno de los epítetos que se utilizan para descalificar a los que apoyan la paz; yo he usado “pacifista” que no me parece en ningún sentido peyorativo. Podrá sonar, esto como aquel columnista, que nos llamaba promotores del odio, invitando al odio. Veo que repiten algunos que usara Uribe no en este debate, sino en otros ya vencidos. Hay calificativos de pro Farc, amigos del terrorismo. Y por eso creo que la conclusión final debería ser que los debates de ideas, para ser realmente debates, deben respetar al interlocutor; hacer de sus argumentos los más fuertes posibles, entender sus razones y sinrazones, sentirnos en orillas distintas, pero sobretodo, pasajeros del mismo barco.