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Bajo ataque terrorista

El panorama de seguridad en Colombia se ha tornado inflamado desde el inicio de los llamados “diálogos de paz” tal como ocurriera en los diálogos del Caguan. Es la vieja historia que ya conocemos los colombianos, te pones a dialogar de paz con terroristas y llega el caos. Así es y así siempre será, aquí y en cualquier lugar del mundo, y si no que le pregunten a los israelíes.

 

Los autodenominados “amigos de la paz” (políticos, académicos, medios de comunicación) han conseguido a fuerza de obviar la muerte desarrollar una “cultura de apoyo al terrorismo”; pero eso no es lo peor: ante el grave panorama que vivimos y el que se avecina si el gobierno insiste en perdonar y olvidar delitos como la “retención indebida”, es inadecuado que la oposición siga enfrascada en un lodazal de errores como el de llamar “amenaza terrorista” a lo que es a todas luces una actividad terrorista en marcha. A lo que está sometida Colombia realmente es a un ataque terrorista.

 

Para dar luz al tema tomemos la referencia que sobre una amenaza tiene la Real Academia de la Lengua Española; “3. Der. Delito consistente en intimidar a alguien con el anuncio de la provocación de un mal grave para él o su familia”. Es tan claro que hasta da grima tenerlo que explicar, pero toca. Una amenaza lo es porque nunca se llega a materializar, está suspendida en el tiempo; cuando la materialización se da ya estamos frente a otros hechos y otra denominación. Cuestión distinta es que en materia de derecho penal tanto la amenaza como los hechos y actos tengan sanción.

 

Antes de los atentados de las embajadas de Kenia y Tanzania, de los atentados del 11S, así como de la toma incendiaria de su embajada en Libia en la que asesinaron al embajador Chris Steven, existió para Estados Unidos una amenaza terrorista, pues tenía información acerca de que esos actos terroristas se podrían dar. Pero una vez ocurridos los hechos el gobierno habló textualmente de actos terroristas. Hoy tanto en Europa como en Estados Unidos existe una amenaza terrorista por causa del terrorismo del Estado Islámico (EI, ISIS, ISIL) que aún no perpetra ningún acto en suelo europeo o norteamericano; sin duda no hablarán de amenaza una vez que el grupo terrorista actúe.

 

¿Se puede pensar acaso que  los israelíes llamarían amenaza terrorista al asesinato de cuatro rabinos dentro de una sinagoga en Jerusalén, o al lanzamiento constante de misiles por parte del grupo terrorista Hamas al sur de Israel? Claramente no. ¿Es el secuestro del General Alzate una amenaza terrorista? Por supuesto que no. Los estudiosos del tema tenemos claro que ni siquiera hay una delgada línea para diferenciar la amenaza terrorista del acto consumado; es tan claro como el agua.

 

Ahora bien, es innegable que el jefe de la oposición colombiana ha asumido las banderas de más de medio país –me atrevo a decir-; sin embargo creo que ya es hora de corregir el planteamiento de la realidad nacional en cuanto al terrorismo. Los actos consumados diariamente por los grupos terroristas Farc y Eln en territorio colombiano son con el ánimo de producir un daño en la población y lo producen. ¿Cómo es entonces que a la voluntad de dañar sistemáticamente al otro la vamos a llamar amenaza? Colombia está bajo ataque terrorista, pues en su suelo se suceden a diario crímenes de los cuales los grupos terroristas no solo se atribuyen la autoría sino que se ufanan de ello, tal como lo estuvo Estados Unidos el 11S, tal como lo estuvo en Nairobi su embajada, así como en Dar es Salam  en 1998 y como en Bengasi en 2012.

 

La oposición aún está a tiempo de corregir.