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Blancanieves y la manzana envenenada de Santos

Los incautos están tan deslumbrados por la paz, como ella por el brillo de la manzana.

 

Venció Zuluaga por casi medio millón de votos contra una campaña sucia, orquestada desde la Casa de Nariño con recursos del Estado, publicidad ministerial, mermelada, arrodillamiento de grandes medios de comunicación, y el intervencionismo descarado del Fiscal General de la Nación.

 

“Ahora la contienda será entre quienes quieren el fin de la guerra y los que quieren la guerra sin fin”, advirtió Santos para comunicarnos que continuará con el proceso de paz de La Habana como su ariete de campaña, porque sabe que la palabra “paz” deslumbra a los incautos y la palabra “guerra” los asusta. Tratará de polarizar a la opinión pública en torno a su “paz” para apartarla del tema de fondo que debe ser el continuismo de su gobierno, rajado en todos los órdenes, sociales, económicos y militares. Estos dos ejes temáticos serán los que inclinen la balanza.

 

Los analistas se preguntan qué falló para que fuera vencida la estrategia de Santos, y no buscan en las mentiras de la gran prensa contra Zuluaga, que los colombianos no creyeron, y en haber desestimado el afecto de los electores hacia Uribe que se despidió de su mandato con el 75% de popularidad, y que de haber sido posible constitucionalmente lo habríamos elegido por tercera vez. Muy diferente es la imagen de Santos en las postrimerías de su gobierno, el 29% según la Gran Encuesta Colombia Opina.

 

Fue un error tratar de identificar a Zuluaga con la guerra, porque supuestamente Uribe personifica la guerra, pero los colombianos no somos idiotas. Durante el gobierno de Uribe, Colombia no estuvo en guerra. Su guerra fue contra el terrorismo y la delincuencia que nos tenían asolados. Para los demás colombianos su gobierno fue de paz y desarrollo, y a la guerrilla vencida le propuso una paz coherente, como la que propondrá Zuluaga, que incluye sanción y trato diferencial, pero también empleo, vivienda y salud para los combatientes rasos, no solo tabaco, curules y ron para la cúpula.

 

Era tanta la popularidad y el amor de Colombia hacía Uribe, que pudo sentar a Santos en el solio presidencial con una gran votación, sin que nadie imaginara que lo traicionaría tan solo tres días después de posesionarse y a los colombianos no nos gustan los traidores, por eso su imagen comenzó a menguar desde el mismo comienzo de su gobierno y finalmente se fue a pique por los resultados desastrosos de su administración.

 

En educación, las pruebas internacionales Pisa pusieron a Colombia en el puesto 64 entre los 65 países evaluados, una vergüenza que refleja la pésima política educativa del presidente, quien cínicamente pronuncia hermosos discursos sobre sus logros educacionales. Palabras enmermeladas y huecas.

 

En salud, los colombianos sabemos que es una pesadilla enfermarse, hay moribundos que mueren en pasillos de hospitales, colas insufribles para una cita y tutelas para que nos atiendan, mientras los recursos de la salud enriquecen a los contratistas de Santos. Ahí están el cartel de la salud en la Nueva EPS y la corrupción, que es tanto más inmoral en la salud, porque juega con la vida de los colombianos. El panorama es espléndido para Santos, que nos lo muestra con palabras enmermeladas y huecas.

 

En empleo, su ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas dice que el desempleo bajó a 9.6% la más baja tasa de los últimos veinte años, mientras Rafael Pardo, su ministro de trabajo, afirma que la informalidad bajó al 49.4%. Pero el ciudadano que confronte estos informes con los registros del DANE encontrará que las cifras no concuerdan y al contrario, puede observar que el número de personas inactivas aumentó en 2013 a 325 mil, es decir, resignados a la indigencia. Solo palabras enmermeladas y huecas.

 

Por falta de espacio no tocaremos el desastre del campo abandonado, con sus paros agrarios que el presidente dice que no existen, ni el paro en el INPEC por las cárceles no construidas y el hacinamiento penitenciario, ni las veleidades de Eduardo Montealegre, instrumento abyecto de la reelección, primero metiendo a Ramos a la Cárcel, cuando se le consideró contrincante presidencial, luego amenazando con cárcel a Zuluaga y a su hijo y prometiendo al hacker una prisión mayor que la de Garavito, violador y asesino de niños, por atreverse a espiar a los criminales de La Habana, que ahora parecen asesorados por Piedad Córdoba, quizá pagada con parte de los diez mil millones de pesos que Santos mandó a Cuba para el proceso de paz y sus guerrilleros, nuevos mejores amigos, igual que Chávez y Maduro.

 

La frase que anoche pronunció Santos: “La contienda será entre los amigos del fin de la guerra y los amigos de la guerra sin fin” contiene un sofisma analizado por Aristóteles en el siglo 40 a. C., argumento falaz, bajo premisas lógicas, como: “La paz se hace con el enemigo”. “Los colombianos queremos la paz”. “Es preferible que las FARC estén en el congreso a que estén matando en los campos”. Para llegar a la falsa conclusión: “Si Santos pacta la paz con la guerrilla, votar por Santos es votar por la paz”.  Una manzana envenenada con mermelada sofista.

 

Esa “paz” de Santos haría que los asesinos manejen el país desde el congreso; que las fuerzas armadas tengan por jefes a los enemigos que hoy combaten; que la reforma agraria se haga para conveniencia de los terratenientes de las FARC con tierras arrebatadas a campesinos inermes; que florezca la impunidad; que el país se divida en republiquetas o zonas de reserva campesina, donde no pueda entrar la fuerza pública y donde guerrilleros en contubernio con narcotraficantes exploten a los campesinos en sus cultivos de coca y todos tan felices.

 

Los grandes medios han difundido la falsa premisa de que a la guerrilla no se le puede vencer. En 2002 Colombia estaba en guerra, con treinta mil guerrilleros de las FARC cometiendo pescas milagrosas, extorsiones, secuestros, asesinatos, con un Jojoy y un Tirofijo soberbios que se creían los dueños de Colombia y en verdad nos dominaban. Ese fue el país que recibió Uribe.

 

Ocho años más tarde, Santos recibió de Uribe el país en paz, con las FARC reducidas a ocho mil milicianos y la gente pensando en negocios, movilizándose por el país, con la percepción de la paz verdadera. El tratado de “paz” de Santos volvió a incrementar el poderío guerrillero en armas y combatientes.

 

La “paz” de Santos es una manzana enmermelada que mordieron y seguirán mordiendo quienes sufren el síndrome de Blancanieves, con la misma ingenuidad y cretinismo de la princesa de los hermanos Wilhelm y Jacob Grimm. Los incautos están tan deslumbrados por la palabra “paz”, como ella por el brillo de la manzana. Ambas falsas, ambas letales.

 

La reina bruja le dio brilló a la manzana con un trapito y Santos la enmermeló.

 

@mariojpachecog