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Breves lecciones del mundial

Para siete millones de colombianos, la derrota de la segunda vuelta fue dolorosa y deprimente. No fue solo que Oscar Iván no ganara. Fue que ganó Santos, con lo que eso significa. Y no fue solo que ganara Santos, sino también el todo vale con el que triunfó. Y no solo fue el juego sucio de Santos, es también el deterioro institucional que se mostró en su triunfo, con la utilización política de la Fiscalía y la descarada parcialidad del Consejo Nacional Electoral.

 

 

Y ahí, en pleno desconsuelo, apareció la selección colombiana de fútbol y nos brindó veinte días de alegrías, de gozo, de satisfacciones nacionales. Y durante ese tiempo, 23 muchachos corajudos y talentosos nos hicieron olvidar la derrota y los malos presagios para estos cuatro años. Un bálsamo para las heridas que dejó la contienda electoral porque, además, santistas y antisantistas, de izquierda, de centro y de derecha, votantes y abstencionistas, disfrutamos en unidad, como un solo cuerpo, de sus jugadas y de sus goles. A la hora de cantar un gol o de sufrir, como el viernes, la derrota, no hay color político. Nada como el deporte para dar sentido de unidad e identidad nacionales.

 

Son varias las lecciones. La primera, que es posible hacer las cosas con profesionalidad, sin roscas y amiguismo. Me he enterado ahora que en mundiales anteriores se mezclaban en el mismo hotel periodistas, deportistas y agentes comerciales, y que las alineaciones se decidían con frecuencia entre todos y que de esa francachela y esa comilona participaban también el técnico y los miembros de la Federación. Si eran los intereses particulares los que primaban, tenían que fracasar los proyectos deportivos. Y fracasaron. Ahora esa práctica nefasta se acabó. Priman los intereses colectivos y el equipo y hubo una verdadera concentración.

 

La segunda, que esta generación de deportistas es distinta. Y no me refiero solo a los futbolistas de la selección o a Falcao. También lo prueban Nairo Quintana, Rigoberto Urán y los ciclistas, Mariana Pajón, Catherine Ibargüen, Julio Teherán, Ernesto Frieri, y los otros peloteros de las grandes ligas. Se forman desde muy jóvenes en otros países, con entrenadores profesionales y bajo rígidos códigos de disciplina y conducta, se foguean con los mejores del mundo, se acostumbran a participar en los campeonatos más exigentes, tienen sicólogos que los ayudan a superar el estrés de la competencia y a no perder la cordura con las inmensas fortunas que ganan. En consecuencia, asumen la actividad deportiva como verdaderos profesionales de élite.
 

 

La tercera, que esos futbolistas, ciclistas, pesistas, beisbolistas, muestran que hay una base humana de muy alta calidad que, si se le da la oportunidad, puede alcanzar el cielo. La mayoría viene de la pobreza y muchos han sufrido la violencia. Basta recordar, por ejemplo, que Rigo Urán y Juan Guillermo Cuadrado perdieron a sus padres a manos de los paras. Aun así, frente a la pobreza y la violencia, su resiliencia es extraordinaria. Superaron sus circunstancias, progresaron, se hicieron deportistas de élite, son buenos seres humanos. Y nos hacen dichosos a los mortales. Son, en todo caso, una prueba de la capacidad de superación del pueblo colombiano.
 

 

La cuarta, que el técnico hace una enorme diferencia para alcanzar la excelencia deportiva. No solo fue salir de Maturana, Bolillo y demás, llenos de malas mañas, sino que encontramos un entrenador formidable. Pékerman es, además, un extraordinario ser humano, lleno de gestos como el de permitirle a Mondragón pasar a la historia. Si alguna tarea tiene la Federación es la de engancharlo para el próximo ciclo.
 

 

La quinta, que hay que desarrollar una verdadera política de Estado para fomentar el deporte. Lo que se hizo en Coldeportes en el gobierno anterior ha sido fundamental para llegar a donde estamos, pero insuficiente. Se requieren más dinero, más canchas y escenarios deportivos, más entrenadores de alto nivel, crecer el programa de deportistas de élite. Y, por supuesto, cumplirle a los deportistas. ¡Este gobierno todavía le debe lo prometido a los medallistas olímpicos y a nuestros ciclistas…