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Caímos en la trampa

Hemos caído en la trampa. Lo digo en primera persona del plural, porque soy colombiano y hago parte de las decisiones del jefe de Estado o, mejor, soy también víctima de esas decisiones como todos mis compatriotas.

Hace unos días, el señor Presidente agradeció a la guerrilla el haber reconocido que cometieron un atroz crimen de guerra, con eso el Presidente se sintió tranquilo frente al pueblo colombiano por reconocer que fueron ellos y se sintió más tranquilo, frente a esos asesinos, porque con ese reconocimiento no se molestaron sus interlocutores en La Habana.

Ahora no sería raro que el señor Presidente salga a felicitar a los asesinos de un patrullero y un mayor de la policía que, indefensos y de civil, fueron capturados, torturados, apaleados y asesinados. Felicitarlos porque reconocieron que el crimen atroz fue cometido por ellos y, además, reconocieron que este no había sido el único asesinato cobarde cometido durante estos años de actuar criminal y más, durante las famosas conversaciones de La Habana.
 

Falta ahora que nuestras sacrificadas Fuerzas Armadas, Ejército, Fuerza Aérea, Marina y la Policía persigan a estos asesinos y los tengan acorralados para que, de acuerdo con lo pactado para las conversaciones de paz, se ordene despejar la zona donde se encuentran estos guerrilleros para que se pida que hagan parte del grupo élite para el acuerdo de paz en La Habana. No es una suposición perversa de mi parte, hemos ya presenciado en dos oportunidades, o más, que esto ha ocurrido y seguro seguirá ocurriendo hasta completar los treinta pactados.

Asesinen, sean perseguidos, que se ordene el despeje, y viajen a La Habana.
 

Lo más fácil, lo más cómodo para las fuerzas del orden, sería bajar la guardia, dejar pasar las cosas, protegerse de que los maten para que no sigan ordenando despejes y así, los guerrilleros, conseguir viajar a La Habana. Pero son tan patriotas, es tanto su amor por Colombia, que nuestros hombres prefieren la muerte, la humillación a no cumplir con su juramento de colombianos.
 

Nuestro compromiso de civiles, nuestra obligación de colombianos es respaldar a las Fuerzas Armadas, acompañarlos, animarlos y reconocerles los sacrificios que hacen por nosotros a pesar de lo que sufren por una política equivocada de un gobierno que ha mostrado una debilidad nunca antes vista.
 

Todo buen colombiano quiere la paz. Una paz justa, una paz que conduzca a la verdadera justicia social, que dé la igualdad para todos, que no haga distinciones, para que encontremos las mismas oportunidades sin discriminaciones. Queremos que los sacrificios que hacen nuestras fuerzas militares sean recompensados de verdad y no se sigan humillando para beneplácito de los grupos por fuera de la ley.
 

Otra cosa; con la misma sonrisita irónica de nuestro presidente para felicitar al Centro Democrático por haber quedado de segundo a pesar de tanta mermelada, de tanta corrupción y fraude, debemos felicitar al presidente por ir, todavía, de primero en las encuestas a pesar de la baja en cada una que se hace.

 
FUENTE: elcolombiano.com