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Colombia y Estados Unidos

La relación con Estados Unidos ha sido, es y seguirá siendo una piedra angular de nuestra política exterior. El contexto global, así como las realidades internas en las distintas coyunturas, determinan el grado de tensión o cordialidad que la caractericen a lo largo de los años. Por eso hay en la historia tantos episodios de dificultad y de normalidad.

De otro lado, el escenario internacional ha cambiado. Washington ya no es la cabeza y líder único de uno de los bloques del mundo bipolar que dejó de existir. Sigue siendo una gran potencia, pero han surgido otros centros de poder en medio de realidades políticas, muchas veces indefinibles, a la luz de los criterios tradicionales.

Y Colombia también es bien distinta hoy. Ha dejado de ser la democracia bipartidista de otras épocas, se mueve en un hemisferio con instituciones que se han debilitado, debido al nacimiento de algunas que se idearon no para construir, sino para destruir, y hace parte de una fractura ideológica en el continente imprecisa y dañina.

Es alentador que las relaciones bilaterales avancen hacia la diversificación, lo cual permite incorporar otros temas. La celebración de 15 años del Plan Colombia y los anuncios del presidente Obama sobre planes de cooperación con nuestro país, es una ocasión privilegiada para plantear un nuevo marco de relacionamiento.

En materia de lucha contra el problema mundial de la droga, la acción conjunta debe apuntar a liderar la ‘adopción de una política internacional única’. En realidad, la gran falencia es que dicha política única no existe y que se está permitiendo el debilitamiento del principio de la responsabilidad compartida, a raíz de la proliferación de propuestas aisladas, y carentes de integralidad, sobre temas específicos de la cadena que caracteriza el mencionado problema. Ese es un camino equivocado, cuya corrección debería ser liderada por las dos naciones.

Asimismo, es hora de que propongan, conjuntamente, la celebración de una sesión especial de la Asamblea General de la ONU, dedicada a definir los ‘principios de la nueva democracia global’. Para nadie es un secreto que los fundamentos tradicionales están en crisis. En lugar de actuar como testigos de ese decaimiento, lo que corresponde hacer es adecuar los pilares conceptuales del sistema democrático a las realidades de los tiempos que corren.

Por otra parte, las bases de nuestra relación bilateral deben estar cimentadas en el desarrollo tecnológico y la competitividad. Lo anterior significa que es hora de establecer una mesa de trabajo permanente sobre esos dos aspectos. El propósito de su creación sería acordar acciones concretas para definir el papel de nuestro país en los pasos que se dan hacia la cuarta revolución industrial, así como identificar los sectores que se deben apoyar para satisfacer mejor las necesidades del mercado, mediante producción diversificada de calidad y altamente competitiva.

La celebración reciente en Washington, bienvenida y justificada mirando hacia atrás, debe ser otro punto de partida. Pero con perspectivas más amplias y audaces.

Carlos Holmes Trujillo G.

Excandidato a la Vicepresidencia de la República

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