“Un líder cívico colombiano les advierte a sus compatriotas de las consecuencias de un mal acuerdo de paz como el que se fragua en La Habana entre las FARC y el gobierno de Santos.” Carlos Alberto Montaner
Compatriotas, hagamos una pausa para pensar, para hacernos seriamente unos planteamientos y respondernos unas preguntas que nadie puede tildar de ilógicas, antes de saltar al vacío con los ojos vendados y empujados por un líder que diariamente se ha caracterizado por valerse irresponsablemente de la mentira, el engaño y la compra o coerción de conciencias para llevar adelante sus objetivos políticos inmediatos.
Ante la creciente ola mediática, propagandística y noticiosa a favor de lo que se presenta como la “paz” y la terminación del “supuesto conflicto colombiano”, pero que en realidad sólo serán unos acuerdos con una delincuencia narcoterrorista activa, armada y fortalecida, realizados bajo la influencia revolucionaria comunista del gobierno cubano que por décadas ha respaldado ideológica y materialmente al crimen organizado colombiano, es conveniente que el país pueda detenerse un momento a pensar, libre de las fuerzas propias y naturales de una contienda política electoral, antes de meterse en el brete de un plebiscito planteado bajo un fundamento ventajoso y arbitrario, que aprobó de manera cuestionable el Congreso de la República.
Es flaco el argumento de que “tenemos” que terminar el conflicto como sea y que ello implica sacrificios. Esto es y representa un paso temerario, con los ojos vendados y sin consideración alguna sobre: Quien, por qué, cómo y a dónde nos llevan de la mano.
¿Por qué subirnos a caminar en la cuerda floja pudiéndolo hacer sobre piso firme y sin tener dote alguna de equilibristas?
Hoy más que nunca es necesario que se revise con cuidado cuál es el costo real para el pacto social entre los ciudadanos de bien que integran la nación y el Estado representado por un gobierno de turno, de todo lo que se denomina como proceso de paz en la isla de Cuba y bajo la tutela del régimen dictatorial narco-comunista de los hermanos Castro.
¿Queremos realmente los colombianos el modelo social, político y económico que venden los hermanos Castro y que ya ha llevado a naciones como Venezuela, Angola y Nicaragua a barrenas de empobrecimiento ideológico, político y económico?
Es necesario entender los costos que implica la entelequia que se ha denominado la “paz” para los colombianos. Y precisar las razones personales, políticas, económicas y los intereses que hay detrás del giro de 180 grados que le dio Juan Manuel Santos al rumbo en la conducción del país desde el 7 de agosto del 2010.
Hay que comprender bien si los costos de lo que se denomina paz están dentro de nuestras posibilidades éticas, morales, conceptuales, legales, constitucionales, democráticas, republicanas, políticas, económicas, sociales y psicológicas.
Si hemos vivido más de 50 años de delincuencia y violencia ello es producto de la forma en que hemos administrado la democracia, no de las formas ni del modelo que nos han permitido sobrevivir bajo la influencia de la corrupción política y la delincuencia que se nutre del narcoterrorismo y de los abusos que se traducen en fuerzas anárquicas.
Es completamente irresponsable jugar a la gallina ciega sin tener muy claro el costo presente y futuro de la propuesta de “una nueva Colombia” que se fragua desde Cuba. Una propuesta marcada por la influencia ideológica de los integrantes del Secretariado de las FARC, de la dictadura comunista cubana, por el influyente hermano del Presidente de la República, por un grupo de oportunistas del idealismo y por los intereses del narcotráfico y el terrorismo, como modelo de negocio que caracteriza dicha organización, sus aliados internacionales y la camarilla de habilidosos burócratas oportunistas criollos que medran de la desesperada obsesión de grandeza del gobernante de turno.
Marchamos con ojos vendados a la incertidumbre total, bajo la guía de una costosa y sesgada propaganda gubernamental, sin que exista razón lógica, ni claridad alguna para pensar que como consecuencia de unos acuerdos nos liberaremos de los males que le causan a nuestra sociedad las actividades delictivas, mediante las cuales se violan todo tipo de derechos humanos, individuales y patrimoniales, actividades que se nutren del narcotráfico internacional, del microtráfico interno, de la corrupción, del ejercicio del terrorismo, de la extorsión, el chantaje, el secuestro, la destrucción de libertades, honras, vidas y bienes públicos y privados.
¿No será que estamos construyendo una novela sobre ilusiones fantasiosas? ¿No será que estamos regalando generosamente la soga con que nos van a ahorcar? ¿No será que nos jugamos al azar los valores sobre los cuales puedan construir progreso las generaciones futuras? ¿Se sabe a ciencia cierta o siquiera en forma escueta de vaticinio sensato, cuáles son las probabilidades de que gracias a una firma en Cuba se pueda esperar, como resultado, la tan anhelada paz que anuncian la propaganda televisiva y los comentarios prepagados?
Se diría que toda aventura de negociación con la ilegalidad se vive en la incertidumbre propia del terreno desconocido, que dependiendo del grado de compromiso o del daño que impongan e impliquen los cambios constitucionales y legislativos previos, actuales y futuros atados a las condiciones del acuerdo, y las concesiones del gobierno a nombre del Estado, se podrá construir paz ó se podrá desencadenar un estado generalizado por más violencia a consecuencia de una mala “negociación”.
Entonces creo que bien vale la pena que cada colombiano se responda seriamente a sí mismo las siguientes preguntas:
1- ¿Es el gran problema colombiano, como dicen las FARC, los comunistas y los representantes del socialismo del siglo XXI, la institucionalidad democrática y republicana y el modelo económico de libre empresa; ó lo es, la forma irresponsable en que nuestros dirigentes políticos, económicos y sociales han ejercido el poder?
2- ¿Obran las directivas de las FARC de buena fe y con sincera voluntad de paz o se valen del diálogo como parte esencial en su estrategia de lucha por el poder?
3- ¿Este proceso de Cuba nos libera de los malos efectos del narcotráfico, el terrorismo, la delincuencia, la violencia y la corrupción, ó nos puede llevar a la institucionalización legalizada de estas formas contrarias a los principios legales bajo los cuales se fundó esta nación sobre el pacto social entre la sus ciudadanos y el Estado representado por los gobiernos?
4- ¿Obra el gobierno legalmente de acuerdo con la Constitución ó se ha acomodado el deber ser y la normatividad, convirtiendo en legal lo ilegal?
5- ¿Existen en el proceso intereses internacionales diferentes a los de los colombianos? (por ejemplo el proyecto Bolivariano y el Foro de Sao Paulo).
6- ¿Se podría negociar como se ha hecho en Cuba, dentro del territorio colombiano?
7- ¿Representa el acuerdo que los delincuentes narcoterroristas que dirigen las FARC se acogen al modelo democrático/republicano y renuncian a sus aspiraciones totalitarias, "castristas" e ideológicas contrarias al modelo de libertades sociales y libre empresa que caracteriza nuestra nación?
8- ¿Significa el acuerdo que renuncian los delincuentes narcoterroristas al lucro de sus actividades delictivas e ilegales, entiéndase por ellas: Control de los territorios conquistados a fuerza y sangre, al cultivo, proceso y tráfico de drogas, tráfico y venta de armas, lavado de dinero, contrabando, autoría intelectual de secuestros y atentados contra bienes públicos y privados, terrorismo en sus diversas manifestaciones, reclutamiento ilegal de menores, minado de campos, utilización de explosivos con fines terroristas, extorsiones, asesinatos, chantajes, participación política armada, destrucción de recursos naturales, etc., etc., etc.?
9- ¿Significa el acuerdo que los delincuentes jefes del narcoterrorismo renuncian a la lucha armada por el poder, entregan definitivamente las armas, reconocen sus delitos, aceptan sus responsabilidades y culpas, reconocen y se arrepienten de sus actividades ilegales y violentas, compensan económicamente con sus riquezas y propiedades de origen ilegal a las víctimas, piden perdón y se adaptan a las condiciones normales de iguales derechos y obligaciones que nos impone el pacto social, el Estado de Derecho y la justicia a los ciudadanos de bien?
10- ¿Estarán dispuestos los delincuentes narcoterroristas de las FARC a pagar cárcel y cumplir penas como lo tienen que hacer los demás ciudadanos por sus actos y conductas criminales? Y finalmente; ¿Que pasará con todos los demás delincuentes del país después de que en función de un supuesta paz sean indultados y privilegiados los 8000 integrantes de las FARC?
Respóndase a sí mismo estas 10 preguntas y las demás dudas que le surjan sobre la realidad nacional y el camino que llevaba el país en el 2010 y el que lleva hoy. Después piense en sus hijos, en su familia y en elpaís, hágalo de manera sensata y real, y trate de comprender la importancia de su participación en el plebiscito que nos ha impuesto el gobierno como mecanismo de validación popular de sus acuerdos con el Secretariado de las FARC.