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Conversando con mulas

En muy pocas ocasiones, por que decidí no sintonizar esos medios vendidos, escucho programas de opinión  que, con más frecuencia de lo prudente y desde que se montó el tramposo, se refieren a las diversas posturas frente las charlas para la jubilación de los viejos delincuentes que ahora están en la Habana y antes en Caracas.

 

Como es de suponer en esos medios se encargan de llevar a un máximo de 4 comentaristas con alguna facilidad de expresión, de los cuales tres de ellos son adictos a la mermelada y un pequeño fiel de la balanza que se puede ubicar en oposición al régimen. Como puede verse el asunto es desigual y en cuestión de tiempo e intervenciones la cosa es completamente desequilibrada. De hecho en ocasiones no entiendo como algunos de los dirigentes de oposición se prestan para esa charada.

 

Claro está que cuando se tienen esas puertas cerradas, cualquier resquicio que nos den debemos aprovecharlo para exponer lo que nos dejan, porque cuando empezamos a convencer hasta a los de la otra orilla, el conductor del programa tiene instrucciones muy precisas de cortar el discurso.

 

Pero lo que dicen esos defensores testarudos del proceso de jubilación de unos terroristas es que quienes no compartimos la manera como se quiere llegar a esa situación mentirosa de paz, deseamos es la guerra. Ellos, parece ser, se convencieron de que la oposición a ese conversatorio sin sentido, está orquestado por lo que se conocen en el mundo de la ficción como las águilas de la guerra y por ende, el interés es mantener ese estado para seguir lucrándose con la venta y el uso de armamento.

 

Por más que se insista, la cuestión no está en querer o no la paz, de hecho en el espíritu de cualquier ser humano sano, ese estado de paz es deseable y para nadie es un secreto que, con más frecuencia de lo deseado, ese estado se desequilibra por los demonios internos que cada uno maneja.

 

Es interesante observar como el comportamiento agresivo de las personas hacia los demás. es directamente proporcional al desorden espiritual que cada uno lleva en su interior, por eso que vemos como esos defensores a ultranza del tinglado que montaron, como saben que es una mentira descomunal, se vienen lanza en ristre en contra de quienes no compartimos ese acuerdo de impunidad.

 

Ellos en su ceguera decidieron que si no es como ellos piensan,  no habrá paz y que quien diga lo contrario quiere la guerra y el problema, en sus mentes calenturientas, es que aquí estamos en guerra civil contra un conglomerado representativo de una gran masa de colombianos y, por consiguiente, estos luchadores deben ser reconocidos como combatientes legítimos.

 

Cuando este individuo de la presidencia decidió darles el estatus de contradictores válidos, los encumbro a donde en ningún momento han debido estar, desde luego ese reconocimiento fue una acción descabellada y sin anuencia del electorado. Cómo él y todos sus áulicos lo saben, de ahí viene la agresividad y la poca atención a lo que manifiestan quienes criticamos esas charlas y lo que se pretende con ellas.

 

Morirse no es lo duro, lo que más tememos es la morida, decimos muchos que ya estamos al principio de la fila para que nos echen tierra encima. En el caso de esos acuerdos de impunidad  que  cualquier mente, por obtusa que sea, entenderá que no traerán paz  y, por el contrario, más y  muy virulenta violencia; estamos ante una morida muy dolorosa que en ningún momento aliviará a los que queden vivos, pues estos seguirán padeciendo el dolor de ese contagio incontrolable.

 

Ya lo estamos viviendo y ahora, esos que solo saben disparar porque fueron educados por esos facinerosos para eso, cambiarán de brazalete y cuando se concluyan los acuerdos con estos nuevos grupos, aparecerán otros que con las mismas tácticas de reclutamiento y retorcimiento de las mentes y espíritus de esos imberbes, continuarán perennemente con una lucha por el dinero, que es resumen la ideología de estas Bacrim. Todas tienen el mismo objetivo aunque algunas lo disfracen como lucha para la reivindicación de los derechos del pueblo.

 

Postre; El Estudio Polifónico de Medellín cumple cincuenta años y hará la celebración, aunque sea en la calle, para el disfrute de todos aquellos que tengan la oportunidad de escacharlos cantando.

 

Pluscafé: Marcharé el dos de abril y espero que a esta cita acudamos quienes queremos paz sin impunidad, con justicia reparación y no elegibilidad a quienes han cometido crímenes de lesa humanidad.