El presidente Santos, como algunos analistas han señalado, pide la utilización de un lenguaje que no utilice calificativos que puedan molestar a las Farc. Con ello busca lavar la cara a la infamia (no se les debe decir, contra toda evidencia, terroristas, narcotraficantes, secuestradores, perpetradores de crímenes sexuales, reclutadores de niños, y un largo etc.), como un gesto para desescalar la confrontación con ese grupo, pero no duda en insultar y descalificar a quienes osan criticar sus políticas y sus acciones. Para el primer mandatario la oposición democrática, esa que respeta y defiende el Estado de Derecho colombiano, está compuesta de sociópatas, matones, fascistas, enemigos de la paz, buitres, para mencionar sólo algunos de los epítetos que utiliza.
El pasado siete de Agosto durante su intervención en la conmemoración de los ciento sesenta y seis años del Ejército Nacional, volvió a sus adjetivos peyorativos. Allí dijo, refiriéndose a las aseveraciones del expresidente Uribe y otros miembros del Centro Democrático en el sentido de que las últimas aeronaves- un avión de la FAC , que dejó once muertos, y un helicóptero de la policía, con saldo de diez y seis policías fallecidos – que según fuentes oficiales se accidentaron, pudieron haber sido abatidas: “No me explico por qué cada vez que nos acercamos más a la paz, se llenan de ira e intenso dolor y acuden a esas armas malévolas, torcidas, que son las mentiras, para hacer acusaciones que ningún beneficio le traen a la patria” (www.eltiempo.com 08.08.2015).
Pero de mentiras, nada. La senadora Paloma Valencia escribió en www.periodicodebate.com que desde, al menos, 2012 han venido “accidentándose” con regularidad alarmante, aeronaves de las Fuerzas Armadas, que, en algunos casos, han sido reivindicadas como derribadas como derribadas por las Farc.
Y, por supuesto, en lo que tiene que ver con los dos últimos “accidentes”, no se trata de un delirio de la oposición. Existe una grabación in situ, que circuló inicialmente, según la cual el aparato de la policía había sido derribado. En uno de los editoriales del Diario de Occidente, que tratan el tema (http://occidente.co/le-estan-diciendo-la-verdad-al-pais/ ), este periódico se pregunta con razón, por qué dicho reporte ha sido prácticamente ignorado por las autoridades oficiales, y todo ha sido manejado con extremo secretismo.
Y ¿por qué, me interrogo yo, se usa semejante vocabulario agresivo? ¿Están intentando ocultar que las Farc han violado la tregua unilateral que habían autodecretado para complacencia del gobierno, que, en respuesta, no sólo prohibió los bombarderos a ese grupo sino también el atacar por tierra sus campamentos? Recordemos que Santos le dijo al país que si se rompía la tregua sería, prácticamente, el fin de las conversaciones de La Habana. ¿Y significarían estos derribos que ya las Farc, aprovechando esas conversaciones para rearmarse, ya poseen armas efectivas contra las operaciones aéreas, que son las que le han dado a las Fuerzas Armadas una ventaja estratégica decisiva contra ese grupo narcoterrorista? Sería gravísimo para la democracia y la sociedad colombianas, que éstas pierdan su arma más decisiva en la defensa de nuestro Estado de derecho y dejen a las Farc en posición de afianzar y avanzar territorialmente su poderío militar, aumentando dramáticamente sus posibilidades, ellas sí, de escalar la confrontación, con el combustible de los ríos de dinero que les produce el narcotráfico, que crece, en sus manos, en proporción geométrica.
Por eso, en lugar de tratar a la oposición de mentirosa, malévola y torcida, el presidente Santos debería llegar al fondo de este asunto y decirle al país, de manera incontrovertible, lo que en realidad ocurrió. Y asumir las consecuencias de las conclusiones.