Toda la Agenda Nacional pasa por el tema de la paz: la economía, las elecciones, las leyes, las tareas del Ejecutivo.
Todo se lleva al campo del proceso de paz y la necesidad de firmarla cuanto antes. Y es que se ha trillado tanto la famosa palabreja, se ha abusado tanto de la “paz”, que por momentos cae en el sinsentido.
Recientemente, el presidente Santos delegó a sus ministros para defender el proceso y con esto jalonar a la opinión pública. El propósito real es presionar a la guerrilla para que firme cuanto antes un acuerdo que deberá ser refrendado en las urnas. Por su parte, el profesor Antanas Mockus invitó a una marcha por la vida, la de todos. Aunque el mismo autor de la marcha dijo que no era un espaldarazo a los diálogos, ya el Gobierno cobijó esa idea para captar el protagonismo y que ésta se convierta en una forma más de presión social.
Bajo esas pretensiones de sumar y de crear un ambiente favorable (recordemos también el muy reforzado, promocionado y fracasado #SoyCapaz) se evidencia que, por más que el tema de la paz se les meta por los ojos a los colombianos, la fórmula propuesta desde hace más de dos años por el primer mandatario no convence a la opinión pública.
Claro que todos ansiamos una Colombia pacífica, libre de guerra y de amenazas terroristas. Claro que deseamos tener una nación concentrada en crecimiento social y económico. Lo que no parece muy claro es que al mismo tiempo que se promulgan y se promocionan los beneficios de la firma de un acuerdo con las Farc, todos los beneficios inmediatos y garantías democráticas que se buscan son para el grupo guerrillero y no para el país afectado por su barbarie. En efecto, de esa paz “tan buena” no dan tanto, y los colombianos de a pie no vemos realmente qué estamos ganando. Todo lo contrario, perdemos y perdemos, mientras las Farc ganan y ganan.
Nos dicen que la paz es el fin, pero parece que es solamente otro medio para alcanzar algo más. Salen voces a exigir que el Ejército no realice operaciones y que no se les acorrale. Casi que estamos presenciando un matoneo a la autoridad si llega a ejercer el deber de defender a la Nación. Esto es el mundo al revés.
A veces creo que este gobierno piensa que los colombianos somos bobos, torpes. Me duele ver cómo nuestros héroes de las FF.MM. son el argumento de quitar y poner. Santos siempre dijo que no eran tema de discusión, pero cada día demuestra lo contrario. ¡Qué dolor de patria!
Por más que se sigan gastando miles y miles de millones en publicidad, en enfilar esfuerzos y en desplegar grandilocuentes campañas, todo regresa a lo básico. ¿El proceso es para obtener la paz en el país o para limpiar el prontuario criminal de las Farc? ¿La paz es reconciliarnos con la verdad y con el resarcimiento o es perdonar cualquier delito y que sus ganancias no reparen víctimas sino que enriquezcan al delincuente?
Las respuestas patinan y es por eso que, en vez de ser un clamor popular la firma del proceso de paz, son los altos personajes de Gobierno quienes salen a las calles a convencer que su producto sirve. Sí, como aquellos famosos vendedores puerta a puerta con un catálogo aprendido de memoria. La demanda no está convencida de la oferta.
Ya nos lo recordaron en Europa: primero la democracia y la sociedad civil que los terroristas, delincuentes y profanadores de libertades.