La opinión de los colombianos, su inteligencia, su criterio formado, decidirán quién será el presidente. Y yo creo que gran parte de esa opinión se volcará para apoyar al candidato del Centro Democrático.
A tres semanas de las elecciones, muchos colombianos han tomado ya su decisión. Pero muchos otros apenas están informándose sobre los candidatos y sus propuestas. Esperamos que en esta elección presidencial, capítulo primero (y quizá único, aunque poco probable) prime el voto de opinión, aquel que sopesa las propuestas y las personalidades de los candidatos y, luego, vota a conciencia.
El clientelismo desaforado, que ahora se llama metafóricamente mermelada, untó la tostada de los maestros clientelistas de este país, como se demostró sobradamente en la costa atlántica. Aun así, todo parece indicar que tuvieron que recurrir al fraude para “ganar” las elecciones. Ahora las cosas son distintas: satisfechos sus estómagos y paladares, estos empresarios electorales, para quienes el voto es una mercancía, harán algún esfuerzo por retribuir al padre de todos los maestros clientelistas, las ingentes cantidades de dinero que repartió. (De paso, sería bueno ver las auditorías del uso de esos dineros por parte de la Contraloría y la Procuraduría; con seguridad que no nos llevaremos ninguna sorpresa). Pero no es lo mismo trabajar para el propio bolsillo que para el del patrón, por lo que el esfuerzo electoral que provea los muchos votos que necesita el padre de todos los maestros clientelistas no tendrá la enjundia suficiente, no le alcanzará para ganar en la primera vuelta, lo que dejará su aspiración herida de muerte.
La desesperación es mala consejera. Lleva a la precipitación y a la pérdida de perspectiva, las que, a su vez, conducen a cometer errores y torpezas, entre ellas el insulto reiterado y la desinformación en materia de resultados. El hecho verificable sobre los resultados, es que no los hay. Y ese hecho tozudo, en metáfora de Lenin, es como una piedra que golpea la boca de quien lo desconoce.
Las encuestas pueden ser neutrales o tener un sesgo. Para no hablar de las primeras, en las que la caída libre del presidente candidato es una evidencia, hasta en las segundas, aquellas que son contratadas para desinformar a la opinión pública, se tiene que filtrar un asomo de realidad que muestra la precaria situación del padre de todos los maestros clientelistas. La verdad es que ha fracasado en todos los frentes. No hay promesa que haya cumplido – muéstrenme una, una sola, a pesar de repetir machaconamente unos logros que no existen-. La pragmática de lenguaje (una de las ciencias que lo estudian junto con la sintaxis y la semántica) enseña el principio de presuposición de la verdad, que dice que un auditorio supone que lo que se le dice es cierto. De esta manera puede comparar lo que se le dice con lo que es, y saber si se le está diciendo la verdad o mintiendo. Quien generalmente dice la verdad obtiene credibilidad, que es la base de toda interacción comunicativa, y los colombianos saben que con el padre de todos los maestros clientelistas, nunca se puede presumir la verdad. El presidente carece de la credibilidad necesaria para que los ciudadanos le entreguen, por segunda vez, el poder.
Y su situación se hace más dramática cuando se escucha al fiscal amigo decir que los crímenes de lesa humanidad se pagarán con trabajo social, que es lo mismo que poner a un violador a cuidar un internado. ¿Se imaginan ustedes el “trabajo social” de Timochenko, Márquez y compañía? Yo, no. Y como yo, la inmensa mayoría de los colombianos, que por estas afirmaciones se dan cuenta, una vez más, hacia dónde va presidente quien, entre otras cosas, ha afirmado esta semana que las Farc no son narcotraficantes.
Ante una situación tal hay que tener alternativas que pongan flote el país. Estas alternativas deben ser creíbles ellas porque quienes las representan han de tener credibilidad.
Esta ha sido una campaña deformada, en la que la manipulación, el insulto, la compra de conciencias, el apoyo desembozado de muchos medios de comunicación al presidente, han sido la constante. Por eso ha sido difícil que gente como el candidato Oscar Iván Zuluaga pueda hacerse conocer para mostrar sus convicciones y sus compromisos. Pero a medida que la fea realidad se abre paso, la gente comienza ver que sí tiene opciones, presentadas claramente, con un compromiso que es irrenunciable por ser quien es, y por la manera como se ha tejido su candidatura. Los colombianos sabemos a qué atenernos en seguridad, porque el candidato ha dicho sin ambages, que las conversaciones en La Habana se mantendrán sobre los principios de no impunidad y no negociación del estado de derecho; que la educación comenzará en la primera infancia, con alimentación para los niños que lo requieran, con una jornada ampliada y el compromiso de que el bachiller que lo desee pueda ingresar al sistema de educación superior.
No hablo hoy sobre otros puntos para no cansarlos. Pero quienes han leído las propuestas o escuchado o visto los debates entre los candidatos, encuentra que Zuluaga es el más profundo, el más consistente, el que más genera confianza. La opinión de los colombianos, su inteligencia, su criterio formado, decidirán quién será el presidente. Y yo creo que gran parte de esa opinión se volcará para apoyar al candidato del Centro Democrático.