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El apaciguamiento como política exterior

Colombia definitivamente es un país que tiene mucho poder de resistencia ante las adversidades. Los colombianos no sólo debemos hacer cara a la indignación que nos causa la aplicación de ciertas políticas en el interior del país y el abandono de otras, sino que también nos toca enfrentar humillaciones y pisoteadas de nuestros vecinos gracias al apaciguamiento que caracteriza la política exterior de este gobierno.

Desde que observé la forma en la que nuestro presidente regalaba la honra de los colombianos frente al difunto Chávez mientras se despachaba con elogios hacia él y llamándolo como su "nuevo mejor amigo" con tal de mejorar las relaciones entre Caracas y Bogotá, me di cuenta del arrodillamiento al que someterían al Estado colombiano en política exterior.

Atrás quedaban las denuncias hechas por inteligencia militar del apoyo que da el gobierno venezolano a los terroristas de las Farc en su territorio para delinquir en el nuestro. Atrás quedaron los hechos denunciados en su momento por el exembajador Luis Alfonso Hoyos en la OEA sobre el peligro que representa el gobierno chavista para nuestro destino y el de la región. Había que tomarse la foto con Chávez, fungir de pacifista, conciliador y diplomático. ¿De qué ha servido?

Ha servido para que seamos el hazmerreír de nuestros vecinos, quienes sí entienden que la diplomacia no significa tener que recurrir a adulonerías y servilismos con todo el mundo para quedar bien, sino hacer uso de sus herramientas para defender los intereses nacionales ante organismos o actores internacionales.

Tan bajo hemos caído, que un gobierno como el de Nicaragua hoy trapea el piso de la Corte Internacional con nosotros, arrebatándonos valioso territorio con artimañas legales luego de que a Colombia incluso le perteneciera hace dos siglos gran parte de su costa continental, concretamente la costa de Mosquitia. Hoy, Nicaragua con cerca de 75.000 kilómetros cuadrados arrebatados a Colombia en su bolsillo, nos presiona mediante dos recientes demandas ante la Corte Internacional para cumplir un fallo, el cual nuestra diplomacia se demoró 10 meses en estimar como "inaplicable" y que hoy, un año después de emitido, no se conoce una acción concreta para enfrentarlo. Así de paquidérmica es nuestra actual política exterior.

Como decía alguien hace poco en las redes: "Mientras Nicaragua se ocupa de la política internacional, Colombia sigue estancada en el derecho internacional". Esto explica por qué posterior al fallo, hemos visto aviones de guerra rusos, funcionarios chinos hablando del Canal Interoceánico y autorizaciones de navegación a otros países por parte de Nicaragua por esas aguas. Mientras tanto, la Cancillería colombiana sigue inmóvil haciendo uso de una diplomacia idealista y romántica, enviando notas de protesta y llamando a consultas a la embajadora en ese país.

Que la Canciller renuncie no resuelve nada, porque esta es la política exterior de este gobierno, pero ¿quién responde ante tanta humillación internacional?.

FUENTE: elcolombiano.com