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El crimen “bolivariano” y Santos

La dictadura venezolana está tocando fondo. Su pueblo la rechaza de manera abrumadora. Si las elecciones legislativas fueran limpias, la oposición ganaría por más del 75% de los votos. Como quien dice, el soporte que tenía la satrapía en importantes sectores populares se está derrumbando. La escasez, el hambre, la represión política, pasan factura a la dictadura. La crisis del petróleo aceleró la bancarrota del país, que ya venía presentándose aun en la época de los precios altos, por obra y gracia del robo y el despilfarro infinito de los recursos que generaba el combustible. La corrupción rampante y el camino de la cocaína que han recorrido la familia del presidente y el cartel de los soles, en estrecha alianza con las Farc, están convirtiendo a Venezuela en un país narco-socialista a ojos vistas de unos ciudadanos que ven cómo se enriquecen los “defensores” de los pobres, robándoles los recursos que les pertenecen. Son socialistas al estilo Hood Robin, que le quitan a los necesitados para engrosar las arcas de los “salvadores del pueblo” en cuentas cifradas en cualquiera de los paraísos fiscales donde guardan “su” dinero impunemente.

 

Ahora los pillos están muy asustados; en realidad están entrando en pánico. Las elecciones parlamentarias del próximo seis de diciembre los tiene disparados. Son conscientes de que la derrota es el paso más importante del principio del fin de la dictadura… y del juicio de responsabilidades que les espera.

 

Todo el planeta sabe que los comicios serán fraudulentos, algo que no asombra porque es la costumbre desde que Chávez llegó al poder, sino por ser monumentalmente fraudulentos. El propio Maduro lo anunció cuando dijo que su camarilla no los podía perder, que iban a ganar como fuera; pero una trampa de las dimensiones que requiere para obtener ese objetivo, es prácticamente imposible de alcanzar, por lo que ya advirtió que, en caso de perder, gobernaría con una coalición cívico – militar, o lo que es lo mismo, que se quitará la última careta del remedo de democracia que el PSUV tiene.

 

En su obsesivo empeño, el dictador hizo su último (hasta ahora) ejercicio de intimidación a los electores. Subiendo la escalada de violencia, pasó de la presión armada para constreñir a los candidatos de la oposición y a sus simpatizantes, usando grupos paramilitares enmascarados portando insignias chavistas, al asesinato de Luis Manuel Díaz, un militante por la democracia en el Estado de Guárico. Acto este doblemente aberrante, si se tiene en cuenta que la destinataria principal del atentado era nada más y nada menos que Lilian Tintori, que se ha convertido en símbolo de la resistencia venezolana, al tomar las banderas del preso político Leopoldo López, su esposo. Intento de magnicidio, pues, que no les resultó al dictador y al jefe del cartel de los soles, Diosdado Cabello.

 

Pero las cosas ya no son iguales frente a la impunidad y cinismo de las autoridades “bolivarianas”. No se trata sólo de que los ciudadanos venezolanos los están rechazando masivamente. Es que en la escena internacional, están perdiendo a sus dos grandes socios: Brasil, porque la corrupción del trotskista Partido de los Trabajadores en el poder, que se robó a Petrobras, continúa mostrando a los ciudadanos de ese país cómo el uso del los recursos públicos alimentó la burocracia marxista (que se presentaba tan pulcra -no como la de los estalinistas- tan amante de la redistribución de la riqueza, pero para beneficio propio, como en Venezuela); y Argentina, que se acaba de liberar de la coyunda kirchneriana -igual de corrupta que los gobiernos de Maduro y Rousseff- ha dicho, en boca de su nuevo presidente, el señor Macri, que pedirá la expulsión de Venezuela de Mercosur, si no se respeta la voluntad popular en los comicios y ha exigido la libertad de López. Obama condenó el asesinato y hasta la OEA –mejor tarde que nunca- ha condenado el crimen y exigido unas elecciones limpias.

 

Como era de esperarse, únicamente el presidente Santos no ha denunciado directamente al gobierno de su aliado Maduro, valedor de las Farc, como perpetrador del crimen del señor Díaz, y por supuesto, ni quiera ha escuchado lo que dijo Lilian Tintori. Haciendo gala de su innegable capacidad de decir una cosa para significar exactamente lo contrario, nuestro mandatario, condena el hecho, pero exige una investigación “para que los responsables sean judicializados”, como si no estuviese perfectamente claro que fueron paramilitares al servicio de la dictadura de Maduro, es decir, un crimen de Estado. Lean la declaración de Santos y juzguen ustedes:

 

"Esto que sucedió en Venezuela merece por supuesto la condena del mundo entero. Ese asesinato no tiene ninguna justificación, esperamos que se haga la investigación del caso, que los responsables sean judicializados y hacemos votos para que ojalá no tengan unas elecciones con violencia. Venezuela necesita unas elecciones transparentes y sin violencia”.

 

Con la maniobra, hace eco de lo dicho por el presidente venezolano, quien intenta desviar la atención del mundo sobre su crimen, aduciendo que fue un ajuste de cuentas que hay que investigar. Ajuste de cuentas sí fue, por supuesto, de la dictadura contra los demócratas. Algo claro para todo el mundo, menos para Santos, el último de los valedores, aterrado porque pierda el apoyo de una Venezuela que regrese la democracia para sus conversaciones en La Habana con las Farc. ¿Explicará esto el afán que tiene de firmar ya al precio que sea?