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El reverso de la moneda

El desastre en que está Venezuela debe poner a meditar a ciertos gobiernos del barrio que hacen malabares para dar similares saltos suicidas en sus democracias.

 

Es tan oscuro el panorama que el secretario de la OEA, Luis Almagro, llamó a Maduro “dictadorzuelo”. Título que confirma al conducir a Venezuela a ser país inviable en el continente, debido a las arbitrariedades, la corrupción, la ilegalidad, la represión, las trampas establecidas como políticas de Estado. Ante la desaparición de la independencia de los poderes públicos y de las instituciones de derecho, la Human Rights Watch ha pedido a la OEA que convoque al Consejo Permanente para tomar medidas que presionen a esa nación a restablecer la independencia y la vigencia judicial.

 

Venezuela está al borde del colapso institucional. Desconoce la soberanía nacional y su voluntad expresadas en la Asamblea Nacional y en las firmas para la convocatoria al referendo revocatorio. Podrá caer en una crisis humanitaria que la conduciría a una sangrienta revuelta social. Cuando los estómagos están vacíos, cualquier prédica se desoye. Y lo están por una inflación que barre con los salarios, una deuda externa agobiante, un balance de 7.000 empresas cerradas y un desabastecimiento que se evidencia en las estanterías vacías de artículos de primera necesidad, de hospitales y de medicinas básicas.

 

Venezuela está caminando por las líneas de una guerra civil. Cree Maduro que con tanquetas, amenazas y gases lacrimógenos detiene la protesta social. Un pueblo decidido es formidable, nadie lo ataja. Las grandes mayorías lo repudian. El 93 % de los venezolanos considera que ha llevado al país a una situación “muy mala”.

 

Maduro quiere desviar la atención de la gravedad de lo que allí pasa, inventándose conflictos y amenazas externas. Moviliza tropas y manda a las calles a sus mercenarios a imponer el orden con el filo de las bayonetas. Estos, como perros amaestrados, dan palizas a quienes alzan la voz para reclamar más pan y menos circo. Se sostiene en el poder debido a la complicidad militar. Algunos mandos están perforados por el narcotráfico. Pero ignora el sátrapa en su arrogancia que, por lo general, las altas jerarquías castrenses son leales hasta la víspera del naufragio. Cuando sienten pasos decididos de las fuerzas civilistas, cambian la dirección de sus fusiles.

 

Ante esta desolación aparece en escena Lilian Tintori, líder llena de coraje y de mística. Viene a Colombia a denunciar los atropellos de Maduro, personaje “más loco que una cabra”, segúnJosé Mujica, uno de los pocos mandatarios honrados del clan izquierdista latinoamericano. Concita esta mujer el apoyo y la admiración de cuatro expresidentes colombianos que se solidarizan con su valor. El mismo valor del que carece Santos al negarse a recibirla, quizá por el temor que le inspira Maduro, cara inversa de la misma moneda santista, según Andrés Pastrana. El déspota venezolano mantiene aculillado a Santos. ¿Acaso lo chantajea con que si se sale de la fila da un golpe en la mesa de La Habana que la vuelva astillas?

 

Una guerra civil no está muy lejos de Venezuela. Y para que eso no ocurra, se requiere que Maduro vuelva a su camión.