Pasada ya una semana de las elecciones al Congreso de la República, nos vamos dando cuenta de la magnitud del fraude realizado protagónicamente por el Partido de la U, el partido de Juan Manuel Santos, de los nuevos y desconocidos "varones electorales" Musa Besaile y el "Ñoño" Elías; el partido de Roy Barreras, Mauricio Lizcano, Armando Benedetti y unos cuantos acomodados más.
El partido líder de la banda denominada "unidad nacional", la cual se encarga de malgastar el dinero de los colombianos en "mermelada" y dudosas transacciones electorales. El Partido de la U es partido del fraude, de la trampa, de la deshonra.
Cientos de pruebas fueron recopiladas, sustentadas, documentadas y debidamente denunciadas ante las instancias correspondientes. No solamente por el más afectado que fue el Centro Democrático, el cual perdió algunas curules en ese oscuro "foto finish" en la costa, sino también por partidos minoritarios a quienes la trampa también les quitó terreno en la arena política. Es que la trampa no fue hecha contra un partido político en concreto, la trampa fue hecha contra un país entero. Dirán algunos: "Es que la política en este país es así" ¿Seguiremos tan tranquilos?
Si la voluntad del gobierno es legitimar un fraude electoral mediante un silencio cómplice, debe estar el pueblo siempre dispuesto a alzar su voz para denunciarlo y nunca callar. Instituciones como la Registraduría que parecen una sede de campaña con un registrador al mando, que niega cuanto fraude evidente aparece, comportándose como vocero de un partido político. Veedores internacionales como la Unasur y la OEA que han callado ante las denuncias efectuadas, unos medios nacionales prácticamente oficialistas que evitan la denuncia para no perder la pauta estatal o cualesquiera que sean los beneficios a los cuales se han acogido como recompensa a su silencio, una Misión de Observación Electoral –MOE- que es activa en los momentos previos a las elecciones, pero que una vez hecho el fraude queda prácticamente inútil ante la denuncia, pero lo que más duele es el silencio y la indiferencia de la gente, del pueblo colombiano ante un evidente y vil atentado a nuestra democracia.
Solamente en un régimen donde no existen garantías electorales, les toca a los mismos candidatos, a los honestos claro está, irse a vigilar voto por voto el proceso de reconteo, tal como sucedió durante toda la semana pasada en Colombia. Inaudito. Es que aquí pareció que las votaciones las hayan hecho en Colombia y el conteo lo hayan hecho en Venezuela.
Ya se acercan las elecciones presidenciales y quedamos advertidos. Un Presidente como Juan Manuel Santos, con sus altos niveles de desaprobación y con la escasa voluntad de los colombianos de votar por su reelección, solo podría vencer por medio de un fraude electoral; uno más.
Como no tienen ideas, recurren al engaño, como no tienen el cariño del pueblo, optan por la trampa.
FUENTE: El Colombiano