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La encrucijada

No quisiera ser un maquinador de pensamientos negativos, pero, en la encrucijada de Santos, me quedo con el segundo significado, ese que sencillamente nos dice que de aquí para adelante, con la laxitud con la que se está tratando a las Farc, cualquier cosa puede pasar, ¿Y adivinen quién termina chupando el daño? Sencillo: El pueblo colombiano.

 

La palabra encrucijada tiene varios significados. El más usado es “situación difícil en que no se sabe qué conducta seguir” (RAE, 2001). Por defecto, creería que esta acepción es la que más se ajusta a la realidad que vive el presidente Juan Manuel Santos a raíz del secuestro y asesinato en Tumaco, del patrullero Edílmer Muñoz y del mayor Germán Méndez.

 

¿Quiénes eran ellos? Les resumo, dos efectivos de la Policía a quienes la semana pasada las Farc les aplicaron una dosis de tortura consistente en amarrarlos de un árbol, degollarlos y ultimarlos a totazos. Señores, no hay que tener tres dedos de frente para entender que en esta sumatoria de atrocidades se violó toda consideración humanitaria, algo que es imperdonable por donde quiera que se mire.

 

Esta brutalidad ocurre en medio de un proceso de paz. No es la única situación que ha pasado, pero fácilmente es la tapa del congolo. Sí, ya sé que uno de los sofismas que nos vendió el proceso es que el cese el fuego es una ilusión y que se debe negociar en medio del conflicto, porque las Farc están en su “derecho” de ser beligerantes con la fuerza pública y las Fuerzas Armadas deben hacer valer su capacidad de acecho ante el enemigo.

 

Pero no me vengan con el cuento de que el Ejército tiene el mismo margen de maniobra para actuar. Estoy seguro de que si se llegara a presentar una operación como Jaque o Sodoma, los guerrilleros que están sentados en La Habana pondrían el grito en el cielo porque estaríamos “arriesgando el proceso”, frase en comillas que se traduce de la siguiente manera: “No nos jodan, que nosotros tenemos la sartén por el mango y si dan papaya, pues nos paramos de esta mesa y nos damos unos días para gozar del clima de la isla y de los mojitos y puros tan sabrosos que aquí nos dan”.

 

Las Farc, con una desfachatez asombrosa, justificaron el asesinado del oficial y del patrullero. “Lamentamos la trágica muerte, al tiempo que hacemos llegar nuestra voz de aliento a sus familiares y compañeros” afirmó el Secretariado. Palabras más, palabras menos, toda la tinta gastada en el comunicado fue para decir: “Nos tocó, papá, si no los matábamos nos embalábamos”.

 

¿Helloooo? Repudio total. El rechazo generalizado se parte en dos. Por un lado, la mayoría de colombianos indignados hasta los tuétanos, y por el otro, aquellos que cumplen con manifestarse, quedando bien con Dios y con el diablo. Y esos son los que pesan más, porque son más prudentes, que la rabia del colombiano de a pie. Por ejemplo, la ONU emplazó a las Farc a entregar a los asesinos de los policías, una petición que se mofa de práctica, pero de poca relevancia. El Gobierno les dijo que va a seguir arreciando para mantener la soberanía, y mientras tanto, más de un militar con los brazos cruzados sin poder moverse porque todo lo que se haga repercute en La Habana. Eso es lo que podríamos llamar el status quo del conflicto colombiano.

 

Ahí es donde viene la encrucijada de Santos. En pleno momento electoral, donde hace y deshace con tal de ganar su reelección, las Farc le tiran esta papa caliente envuelta en el rechazo unánime de todos los colombianos. ¿Oh, Margoth, qué hacemos? Debe estar Santos rascándose la cabeza. Y les confieso mi temor: Un lobo acorralado tira a morder donde sea. Conclusión: las Farc le están haciendo bullying al presidente desde La Habana.

 

¿Recuerdan que al principio de la columna les dije que encrucijada tiene varios significados? Todas estas certezas aquí esbozadas, me llevan a pensar en otro de los significados de la palabra: “Ocasión que se aprovecha para hacer daño a alguien”. No quisiera ser un maquinador de pensamientos negativos, pero, en la encrucijada de Santos, me quedo con el segundo significado, ese que sencillamente nos dice que de aquí para adelante, con la laxitud con la que se está tratando a las Farc, cualquier cosa puede pasar, ¿Y adivinen quién termina chupando el daño? Sencillo: El pueblo colombiano.

 

FUENTE: El Colombiano