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La enfermedad senil del culiprontismo

Los estamentos dirigentes del país sufren, desde hace casi cinco años, de una aguda y peligrosa dolencia, que tiene ya visos de mal crónico: el culiprontismo. El nombre preciso de la enfermedad lo acaba de descubrir el Procurador, pero el presidente Santos había efectuado una descripción inigualable de su índole cuando comentó alguna diligencia suya frente a un pedido de las Farc: “El peor mandado es el que no se hace”. Cumplir mandados con toda diligencia y celeridad, aún los más impúdicos, con frecuencia antes de que sean solicitados, esa es la esencia de esta epidemia que asola nuestras altas esferas sociales y políticas.

 

El contagio se inició con el mismo Juan Manuel Santos, quien sigue siendo el exponente típico del achaque, pero rápidamente se extendió desde el ejecutivo a las otras ramas del Estado, e inficionó sin remedio a numerosos medios de comunicación, partidos, empresarios, gremios, iglesias… Donde parece que no ha encontrado terreno fértil para propagarse ha sido en las capas medias y bajas de la población, que parecen inmunes ante el contagio, como lo revelan recientes encuestas, que ofrecen una luz de esperanza ante la calamidad.

 

Como en Fuenteovejuna, todos a una los altos poderes se sienten imbuidos de un afán desesperado por otorgar a los narcoterroristas de las Farc (y del Eln, si la oportunidad se presenta) cuanta regalía, beneficio, gaje o prebenda demanden o se supone que solicitan, sin que medie contraprestación o exigencia que valga destacar. La extraña afección genera una sintomatología alarmante: fiebre desaforada por la entrega y baja total de defensas para protegerse del ataque de los peligrosos gérmenes.

 

Después de la alevosa masacre de once militares en El Cauca, el país esperaba que la enfermedad remitiera y las negociaciones en La Habana tuvieran un replanteamiento de fondo. La sorpresa es que la infección se ha agravado. Vivimos una era inédita de concesiones, tan abultada y veloz, que apenas atinamos a registrar las de más impacto.

 

Levantarles la calificación de terroristas fue siempre una petición de las Farc. Santos, tan diligente siempre en estas materias, propuso al Congreso –y éste aceptó en los primeros meses de su primer mandato-, eliminar por ley la caracterización de su accionar como una “amenaza terrorista” para establecer que lo que vivimos es un “conflicto armado interno”. Los terroristas quedaron equiparados a las fuerzas armadas, y sus ataques violentos a la institucionalidad considerados actos legítimos de guerra. De allí a que el Consejo de Estado dictaminara, como lo hizo en estos días, al fallar una demanda por el ataque a la base de Las Delicias, que semejantes hechos no son atentados terroristas sino episodios propios de la confrontación interna que nos asola, no había sino un paso. Culiprontismo expedito de las tres ramas del poder público.

 

La enfermedad tiene formas distintas de manifestarse según los pacientes. En Santos, por ejemplo, con síntomas iniciales engañosos –negar rotundamente que se vaya a adoptar determinada medida favorable a los terroristas, cuando ya se ha tomado-, que a la postre terminan evaporándose para dar paso a los signos típicos. En cambio en el fiscal Montealegre la dolencia se manifiesta nítida, sin tapujos. Sobre la propuesta de las Farc de una Constituyente para “refundar” a Colombia, nuestro Beria siempre se ha expresado como decidido propulsor. El pasado domingo lo ratificó con lujo de detalles en entrevista con El Tiempo. Santos, por el contrario, se hecho el remiso en estos años, descartándola de plano. Sin embargo ya empieza a virar hacia el mismo punto de Montealegre. El vocero del Palacio de Nariño y ministro del interior, Juan Fernando Cristo, manifestó esta misma semana que la Constituyente no está en la agenda del gobierno por ahora, pero que “si más adelante se llega a presentar ese debate y se ve su utilidad después de que avance el proceso de paz, habrá que estudiarlo”. El boquete ya está abierto.

 

Aquel principio tan difundido por los negociadores en La Habana de que nada está acordado hasta que todo esté acordado es una simple fachada para encubrir otra de las expresiones más crudas del culiprontismo: todo lo que se ha pactado se cumplirá de antemano –hablamos del gobierno, por supuesto, no de las Farc-, así queden discrepancias de calado por resolver y no exista acuerdo completo.

 

Y decimos que por parte del gobierno y no de las Farc, porque los hechos así lo corroboran. El pacto para el desminado resultó ser un embuchado: las Farc aclararon que no dejarán de colocar minas en las regiones donde tienen presencia y lo necesitan para proteger sus cuadrillas y cultivos ilícitos, pues solo será un “desminado humanitario” en zonas no estratégicas para ellos o donde no actúan ya. Amén de que serán solo una especie de asesores, pues el riesgo lo correrán nuestros soldados. De igual manera su compromiso de no “reclutar” (secuestrar) menores, quedó en vilo: no cubrirá a los que ya tienen en filas, o sea que es una declaración de intenciones hacia el futuro difícil de creer; además, rebajaron la edad que fija nuestro ordenamiento legal para seguir nutriendo de menores sus cuadrillas. Hasta nuestra culipronta Corte Suprema de Justicia no encontró que “Timo” y sus muchachos estuvieran cometiendo delito alguno de “reclutamiento” abusivo de menores, por física sustracción de materia. Igual ha sucedido con la promesa de las Farc de no volver a secuestrar, que ha resultado un embuste total.

 

En cambio el gobierno sí les está cumpliendo a los terroristas, aunque no exista un pacto completo firmado en Cuba.

 

Acabar la fumigación con glifosato es el ejemplo preciso. La exigencia de las Farc de terminar las aspersiones de cultivos ilícitos -aceptada en los acuerdos parciales divulgados el año pasado, aunque se la preservó como medida excepcional, casi simbólica- se ha aceptado sin rechistar. Desde el paro impulsado por las Farc en El Catatumbo el gobierno dejó de fumigar allí y en otras regiones claves de narcocultivos, incluido gran parte del Putumayo, regiones donde precisamente más han crecido los cultivos ilícitos este último año. Lo que se hace ahora es tratar de complacer plenamente a los narcoterroristas, para que se avengan a firmar un acuerdo de paz a toda costa, sea cual sea, suspendiéndolas totalmente, con un argumento impostado (el de un estudio de la OMS, bastante vaporoso, que habla de posibles efectos cancerígenos del glifosato, mientras se ocultan estudios y conceptos del Instituto Nacional de Salud que indican otra cosa). No habrá que esperar a que todo esté acordado, ni a que las Farc se desvinculen del negocio ni entreguen las armas, ni a que haya sustitutos eficaces del glifosato (que no los hay). Nada. Hay que cumplir de antemano lo pactado, y punto. Culiprontismo a la máxima potencia.

 

Igual al tema del desarrollo rural, cuyo acuerdo parcial también conocimos el año pasado. Hace apenas unos días nos enteramos que el gobierno anda corriendo bases para implementarlo, a como dé lugar. La información oficial detalla que ya han identificado no menos de 4 millones de hectáreas para el Banco de Tierras que ejecutará la reforma agraria pedida por las Farc. Y que el proyecto de reavalúo catastral y de modificación del impuesto predial, también contemplados en los pactos habaneros, sigue su curso con celeridad. Al igual que otras disposiciones que fueron incorporadas al Plan Nacional de Desarrollo, con el mismo fin.

 

Solo dos acontecimientos más para comentar: la cumbre de los jefes de las Farc y el Eln en Cuba y la extradición de alias “Simón Trinidad”.

 

Ya Santos se ha especializado en movilizar a cuanto jefe de las dos bandas y sus cuadrillas lo necesiten, para escapar a cercos de las fuerzas armadas, para resolverles problemas de salud, para facilitarles espacios para sus reuniones y planes. No es la primera vez que alias “Timochenko” viaja a Cuba con beneplácito oficial. Pues bien, en el desespero del gobierno por la reticencia del Eln para acordar una agenda de negociaciones, acudió al jefe de las Farc para que tratara de convencerlo y comprometerlo. Pero alias “Gabino” es hueso duro de roer. No quiere una agenda de cinco puntos, como la convenida con las Farc, sino sobre todos los puntos habidos y por haber, y para Santos no es fácil (aunque no imposible) ceder tanto. Por eso arriesgó todo a esa cita en Cuba, aunque parece que sin muchos resultados.

 

Si bien “Timo” ha trinado en Twitter con elogios para su compadre “Gabino”, la información de El Tiempo el pasado martes sobre la entrevista, un día después de conocerse la noticia, es bastante sombría. Relata que luego de la cita se llevó a cabo una nueva “reunión exploratoria” entre el gobierno y delegados del Eln “y los avances fueron mínimos”. Y agrega: “Incluso, quedó abierta la posibilidad de que no se intente nada más con la guerrilla de 'Gabino', con la que se tienen acercamientos exploratorios desde 2013”. Como van las cosas, con el Eln los diálogos arriesgan ponerse color de hormiga. Falta saber si Santos, en un arrebato de culiprontismo extremo, cede ante las pretensiones desorbitadas de “Gabino”. Ningún diagnóstico está descartado en este singular desarreglo de la salud, sobre todo mental.

 

Sergio Jaramillo, plenipotenciario oficial en La Habana, eminencia gris del culiprontismo, nos ha notificado esta semana también de otro hecho que ya habíamos avizorado desde la visita del presidente Santos a España hace escasos dos meses. Nadie va a firmar un acuerdo de paz para ser extraditado y pagar cárcel en los Estados Unidos, nos advirtió en ese entonces el presidente. Shlomo Ben Ami, su indiscreto asesor para estas diligencias, confesó que, en ese sentido y cumpliendo un deseo de las Farc, el gobierno colombiano venía adelantando gestiones ante el norteamericano para lograr la liberación de alias “Simón Trinidad”. Muy al estilo del culiprontismo soterrado de Santos, éste negó tajantemente que su gobierno estuviera en semejantes faenas, para que, finalmente Jaramillo viniera a confesarlo sin rubor esta semana. En cambio, haciendo alarde de culiprontismo abierto, para nuestro Beria no hay problema legal alguno para que “Trinidad” regreso con bombos y platillos.

 

Lenin escribió un conocido folletín dedicado a criticar la desviación “extremoizquierdista” en las filas marxistas, aquella de corte radical que niega inclusive utilizar las elecciones y otras herramientas legales en la lucha por derrotar al capitalismo e imponer la dictadura del proletariado; lo tituló “La enfermad infantil del izquierdismo en el comunismo”. He hurtado un poco su expresión para tratar en estas líneas de caracterizar otra enfermedad, no ya infantil sino senil, de nuestra dirigencia, el culiprontismo, que amenaza con entregarnos inermes ante la bestia que nos asedia.