Las reacciones de analistas europeos frente al proceso de sumisión del estado colombiano ante las pretensiones de los terroristas de las farc., son, ni más ni menos, las mismas que desde tiempo atrás ha mantenido el Centro Democrático y muchos otros colombianos, que no aceptamos que estos señores pasen del monte al Senado sin cumplir ni un día de cárcel, reparar a las víctimas y contar toda la verdad.
La precariedad en el respeto a los derechos de quienes de una u otra forma se han visto afectados por el accionar de estos individuo, es conocida por los dirigentes de esos países y ni discursos melifluos, ni disfraces, ni nada que tenga que ver con esa gira farandulera realizada por el señor Santos, logrará opacar esa realidad. Estos señores no serán perdonados mientras no cuenten todas sus atrocidades, paguen penas privativas de la libertad, resarzan a las víctimas y como colofón no tengan derechos políticos de elección o desempeño de cargos públicos.
Esos crímenes de lesa humanidad no caben dentro de los conmutables por la comunidad internacional, a pesar de que el señor Montealegre en su folclorismo judicial piense que estos trúhanes se han comportado como unos nobles guerreros en la búsqueda de la justicia social que tanta falta nos ha hecho.
Es claro que tenemos mucho por mejorar, también lo es que cuando hemos tenido gobiernos serios hemos avanzado en la aplicación de políticas que benefician a la población en general.
Las políticas de seguridad desencadenaron una avalancha de actividades que estaban proscritas, por el accionar delictuoso de esas bandas terroristas que impedían la generación de negocios. El campo estaba desierto, las carreteras se usaban para el transporte de las mercaderías previo el pago de las vacunas que deberían cancelarse para utilizarlas, por ende el costo de estas extorsiones se trasladaba al consumidor final, generando con esto carestía y escases que afectaba a quienes dependían de un salario mínimo.
Es tal la cortedad de algunos, que argumentan que esas políticas solo sirvieron para que los ricos volvieran a sus fincas: Claro que esto permitió eso pero también aceleró la generación de empleo en esas fincas improductivas, dinamizó la producción agrícola, disminuyó el costo del transporte, originó nuevos negocios al borde las vías, revitalizó las finanzas de los pueblos asentados en esos territorios abandonados que a duras penas subsistían, revivió el turismo disparando la adecuación o construcción de alojamientos para los viajeros, recuperó la confianza inversionista y se aceleró el crecimiento económico hasta el punto de que esa inercia le alcanzó al actual gobierno para trabajar durante 4 años repartiendo la bonanza que le dejó el anterior.
Aunque duela es un hecho que “la paz de santos nos devolvió a la guerra”. No pasa un día en donde no sepamos de un fusilamiento de niños que quieren abandonar a sus reclutadores, el asesinato de agentes del orden, el estallido de cilindros bomba, la voladura de oleoductos, nuevas extorsiones, y en fin el escalamiento de la violencia para que el pueblo hastiado y temeroso acceda a las demandas inaceptables de estos facinerosos que pretenden disfrutar de sus fortunas sin nadie que los persiga. Esto no podrá suceder.
Envigado, 8 de noviembre de 2014