En días recientes el periódico El Tiempo publicó varios informes sobre el futuro de las Farc en la arena política, supuestamente sin armas, entre los que resalta una crónica (Así ven el futuro en paz los guerrilleros de las Farc, 31/05/2016) que permite entrever, con base en las declaraciones de sus combatientes, que la política para las Farc —en contraposición a Clausewitz—, es la continuación de la guerra por otros medios, o sea una arista más de la combinación de las formas de lucha.
Por ejemplo, la guerrillera ‘Laura Acuña’ advierte que “Las Farc no se van a acabar. Nos vamos a dedicar a la política, porque al fin y al cabo las armas solo son un instrumento”. Y luego agrega: “Se vienen muchas cosas buenas: potenciar el trabajo de (la) organización y explotar las capacidades de la gente para el desarrollo económico…”.
A su vez, la guerrillera ‘Yenny López’ dice que, si se da la firma, “la idea es continuar trabajando con base en las orientaciones de los superiores y seguir con el legado que dejaron nuestros jefes, como el camarada ‘Manuel Marulanda’, desde el escenario político”. Y acota que “lo primordial es buscar los cambios que necesita el país (…) mi prioridad es seguir en el camino hacia la revolución”.
Por su parte, un tal ‘Mateo’ dice que “desmovilizarse significa entregarse al enemigo”, lo cual —según la crónica— no tiene considerado. Y ‘Mauricio Jaramillo’, conocido como el ‘Médico’ y miembro del Secretariado de las Farc, indica que estas van a “‘insurgir’ en la vida nacional”, lo que la Real Academia define como ‘sublevarse’.
Se informa también que los guerrilleros de las Farc, tras la firma, no van a irse a desarrollar proyectos individuales para su sustento sino que van a seguir dependiendo de la organización en lo económico, pues aunque “no les paga los provee de comida y de todo cuanto necesitan”. Y se menciona algo más inquietante: “Tampoco deben tomar decisiones, sino obedecer órdenes dentro de una estructura piramidal que es común en los ejércitos pero no en los movimientos políticos”.
Para concluir, alias ‘Felipe’ resume bien el asunto al decir que “no sabe para dónde lo van a mandar, o qué lo van a poner a hacer, porque lo primero es la lucha”, y se deja en claro que todos aspiran a seguir viviendo en comunidad en los ‘terrepaz’, los cuales serían —según el autor de la crónica, Néstor López—, “las células primarias para la proyección de las ideas del grupo y para la planeación de su devenir político; el laboratorio de sociedad que proponen para Colombia”.
Francamente, estas declaraciones no se pueden tomar con tranquilidad. ¿Será que hablar de ‘potenciar el trabajo de las Farc’ es compatible con la idea de paz cuando en más de 50 años ese trabajo no ha sido otra cosa que delinquir? ¿Cómo es eso de seguir con el legado terrorista de ‘Tirofijo’ en pos de ‘los cambios que necesita el país’ y de ‘la prioridad que es la revolución’?
No es para reírse que un miembro del Secretariado anuncie que pretenden ‘sublevarse’, que es lo mismo que llevan haciendo por más de medio siglo, y que los guerrilleros no sepan qué va a ser de su futuro en el posacuerdo y aún tengan la idea de que son instrumentos de ‘lucha’ a los que solo les corresponde obedecer. ¿Eso significa que ningún guerrillero se podrá retirar de la organización por decisión propia y que tal determinación será castigada con la muerte? ¿Está avalando el acuerdo una especie de esclavitud? ¿Es compatible esta forma de vida ‘comunitaria’ con las ideas liberales democráticas?
¿’Territorios de paz’ esas republiquetas cocaleras independientes con armas encaletadas e influencia directa sobre los pobladores de la región? No, pústulas regadas por todo el mapa que anuncian metástasis en todo el cuerpo. La nueva sociedad para la ruina de Colombia.