El encuentro Petro-Uribe reafirma que el expresidente tendrá protagonismo en los tiempos que vienen.
No me cabe la menor duda de que uno de los mayores desaciertos del ingeniero Rodolfo Hernández entre primera y segunda vueltas fue el menosprecio con el que trató al Centro Democrático. Su afirmación de que era un “muerto que después de tres días ya olía a picho” no solo fue una frase desabrochada, sino también ajena a la realidad. Hoy, después de conocer la invitación que el presidente electo le hace al expresidente Uribe para hablar de un Acuerdo Nacional y de la respuesta afirmativa y democrática de Uribe, viene a mi memoria la frase de don Juan Tenorio “los muertos que vos matáis gozan de buena salud”.
Después de haber sido testigos durante los últimos veinte años de la obsesión de la extrema izquierda colombiana en acabar con Uribe, asistimos a la paradoja de que una vez alcanzada su victoria, esa misma izquierda reconoce que es necesario para aclimatar los cambios y apaciguar la ansiedad de media Colombia el encuentro entre el presidente Petro y el expresidente Uribe.
Gustavo Petro sabe que al país no le han caído muy bien las primeras adhesiones que ha recibido después de la elección. No dejan de parecerle sospechosas. Las califico como sospechosas no porque desconozca el costo en la repartija burocrática que debe de andar negociando cada partido o la importancia que tienen para consolidar las mayorías imprescindibles para gobernar, sino porque para la opinión, esas movidas de los partidos políticos son lo que son: hijas del oportunismo en detrimento de toda convicción, honor y responsabilidad con sus recientes electores.
Petro no se equivoca cuando entiende que la gobernabilidad que ya tiene asegurada con estas adhesiones no equivale al Acuerdo Nacional. Él sabe que para que su propuesta de Acuerdo Nacional adquiera la significación que debe tener en el imaginario político como mito fundador o como exorcista de angustias colectivas, es imprescindible el valor simbólico de la foto de su encuentro con el expresidente Uribe.
Por el otro lado, el de la orilla de la Colombia que no votó por Petro o que simplemente no votó, este encuentro también está lleno de significados.
El primero, la apertura al diálogo civilizado tiene un contundente alcance didáctico para nuestra cultura democrática. Significa ascender en la búsqueda de caminos que superen la ofensa personal, la descalificación permanente y la satanización del contradictor y dar por terminada la táctica, que fue derrotada en las pasadas elecciones, de la infantilización de la ciudadanía mediante la manipulación de todo tipo de miedos.
El segundo, el reconocimiento de que esa otra Colombia tiene todo el derecho de reclamar, dentro de la representación política, voces leales con su proyecto de sociedad que debe ser defendido desde la tribuna de la oposición constructiva. Una oposición que hable con un tono de morigeración y respeto y con profundidad en los planteamientos.
El tercero, la conciencia de que la esperanzadora ruta del diálogo no nos puede llevar a aceptar que la victoria de la izquierda es como en el título del libro de Fukuyama El fin de la historia, ni que cesaron los desacuerdos y que solo hay una posición razonable: la del presidente electo. Y para ello es imprescindible que haya por lo menos una fuerza política que no se entregue y que esté dispuesta a reivindicar su claridad ideológica con protagonistas que encarnen verdaderamente esas aspiraciones.
«Es imprescindible que haya por lo menos una fuerza política que no se entregue y que esté dispuesta a reivindicar su claridad ideológica con protagonistas que encarnen verdaderamente esas aspiraciones»
La expectativa creada con el encuentro Petro- Uribe reafirma que el expresidente seguirá teniendo un papel protagónico en los tiempos que vienen. Si la invitación formulada por Petro busca la legitimación de su propuesta de Acuerdo Nacional, esa misma invitación notifica a los colombianos que la reivindicación de Uribe viene de la mano de quienes se empeñaron en ser sus sepultureros en los últimos veinte años.
¡Como decía el presidente Alfonso López, vivir para ver!
VIVIANE MORALES HOYOS