Las Farc se asociaron al eurotour matando indígenas, volando oleoductos y martirizando despiadadamente a Tumaco.
Ya de regreso, con la totuma vacía, en extenso reportaje dominical, la señora Canciller hace un esfuerzo colosal para explicarnos que el eurotour no era para conseguir apoyo económico, como inicialmente se había dicho.
Con renovada sutileza casi europea, afirma que se necesita un fondo para cuando se firme la paz y deja flotando en el aire que este es otro iluminado acto anticipatorio de nuestro laureado mandatario para que el posconflicto no nos coja por sorpresa, como el hueco fiscal del Ministro de Hacienda.
Y una vez deja en claro que no hay euros a la vista, resalta la Canciller que “hay apoyo incondicional” en Europa. “Incondicional” mientras no implique gasto, digo yo, pero “incondicional” eso sí, en las múltiples formas que adquieren los apoyos “incondicionales” cuando no hay plata de por medio: palmaditas en la espalda, frases de cajón, comunicados proforma, palabras rimbombantes, consejos y buenos deseos.
Me dirán que esos “incondicionales” en ciertos casos son más importantes que los euros, agregarán que la plata no es todo y que al final del día vale más un buen apoyo político que una contribución económica. Sobre todo, cuando viene de gente tan importante. En teoría tienen razón.
Por eso, resulta imposible entender por qué Santos, al recibir tanto apoyo para la paz como dice, además de respaldos retóricos, no hubiera logrado ni una sola sílaba contundente de todos los reyes, príncipes y mandatarios contra la reiteración de crímenes de lesa humanidad de las Farc, como si ellos también se hubieran contagiado de la dicotomía del ministro Cristo, tan intransigente con la oposición democrática y tan complaciente con la reiteración terrorista.
Por los laditos, nada más. Diciéndoles tímidamente que hagan la paz. Sin perturbar los castos oídos de las Farc, como diría Angelino. Duele decirlo: como si lavar la imagen de las Farc en Europa hubiera sido un saldo del viaje o quitarles la presión para alcanzar pronto un acuerdo definitivo como se desprende de la inoportuna declaración de la Merkel.
Los hechos son tozudos: mientras Santos pintaba pajaritos de oro en cortes y palacios europeos y relataba en primera persona su gesta heroica y sus inmensos sacrificios personales para conquistar la paz, aquí las Farc volaban oleoductos, mataban operarios, martirizaban a Tumaco, colocaban pancartas-bomba y asesinaban cobardemente a los indígenas que pretendían hacer respetar su sagrado territorio ancestral ante la invasión de propaganda conmemorativa de las Farc.
Cuánto habría ayudado que alguno de esos reyes se hubiera acordado del Estatuto de Roma y de la Corte Penal Internacional y les hubiera dicho a las Farc, sin vacilaciones, que el reclutamiento de menores es un crimen de lesa humanidad y que la comunidad internacional exige su cese inmediato. O que rematar con tiros de gracia policías heridos, disparar contra ambulancias o sembrar minas alrededor de una escuela son crímenes brutales que el mundo al unísono repudia.
Desconocemos mucha información sobre el alcance de las conversaciones privadas en el eurotour, así como sobre los verdaderos propósitos y logros de Santos. ¿Acaso consultó algo que los colombianos ignoramos? ¿Les dijo algo que a nosotros no nos ha dicho? ¿Sondeó la corte penal de Unasur? ¿Les pidió a ellos también que tragaran sapos universales?
No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que muchos colombianos de a pie a duras penas entendieron que mientras las Farc seguían ensangrentando al país y los guerrilleros en Cuba rumbeaban en la famosa Bodeguita, gente muy importante disfrazaba a Santos con un gorrito de flecos color ahuyama con su babero, corbatín e indumentaria compañera para demostrar que Europa está muy comprometida con la paz de Colombia.
El Tiempo, Bogotá, noviembre 10 de 2014.