Ahora que estoy desempleado, que me rebajaron mi pensión de jubilación después de prestar mis servicios al Estado durante más de veinte años, que los ingresos son escasos, pienso que el gran negocio sería montar un laboratorio para producir insulina en grandes cantidades.
Es cierto; con la repartición de tanta mermelada por parte de los servidores públicos, con dineros también públicos, los parlamentarios, los funcionarios de las regiones y quienes quieren quedar bien con sus electores, reciben y reparten tanta mermelada que la insulina en las farmacias no va a alcanzar para la diabetes generalizada que se va a presentar. Necesariamente va a ser un gran problema de salud pública y sin que se apruebe la reforma a la salud lo mejor es prepararnos para esa pandemia que tendremos antes de las elecciones.
Tenía la mejor opinión del ministro del Interior por lo que conozco bien a su padre, su señorío, su honestidad, su buen trato, sus realizaciones (del padre), me hacían pensar muy bien de su hijo, pero este se contagió de las malas prácticas de la política mal entendida, la clientelista.
No es él solo, el ministro del Interior es toda la alta cúpula del gobierno central con posibles ramificaciones en las regiones. Dinero y obras por votos. Esa es la política que hay que cambiar y ese cambio se hace con votos no vendidos. Debe ser con votos conseguidos con propuestas, con el convencimiento que puede dar el conocimiento del país.
Los parlamentarios, amigos del gobierno, gestionan recursos para sus regiones, consiguen esos recursos con la advertencia de que tienen que pagar con votos. De acuerdo con el departamento o con el municipio y su censo electoral tienen que aportar tantos votos para los parlamentarios amigos del gobierno y luego para la continuidad del mandato del retroceso.
El problema es que esta clase de mermelada, pudiéramos decir, es con ají. El ají de la presión, el ají del chantaje, el ají del temor a perder unas elecciones para seguir en las mismas. En las mismas del retroceso, seguir en la pérdida de la seguridad conseguida a base de buen gobierno, de autoridad, de decisión y de fortaleza.
Ese ají puede hacer cambiar la fórmula de la insulina por ese nuevo ingrediente a la mermelada, pero hay que intentarlo. El cambio está señalado, todos lo conocemos, es un cambio de rumbo en las políticas débiles en el manejo del Estado, es un cambio de la política de ceder ante la presión de los vecinos por la fortaleza de su gobierno, en fin, es volver a tomar el rumbo que se cambió hace tres años.
La mermelada es dañina, no hay ninguna duda. Seguir aceptándola es lo peor que nos puede pasar. La mermelada detiene el desarrollo, paraliza el país, corrompe la política sana, lleva al poder a lo peor de nuestra sociedad, aleja a los mejores del ejercicio de una actividad tan noble como es la política bien entendida.
Colombia tiene que aprovechar las elecciones próximas para recuperar el rumbo perdido y rechazar esas prácticas dañinas como es la llamada mermelada.
FUENTE: elcolombiano.com