Sitio oficial
 

A las carcajadas

Dos lecturas puede tener el acuerdo entre las bancadas santistas y uribistas en el Senado para definir las zonas de concentración de la guerrilla, límites ya rechazos por las Farc.

 

La primera interpretación podría ser el hallar puntos coincidentes de conveniencia nacional. ¿Sería la eventual iniciación de lo que Álvaro Gómez llamó alguna vez los Acuerdos sobre lo Fundamental? ¿Con tal actitud demostraría el uribismo que no está contra la concordia nacional y menos, que es una tropa de violentos y buscapleitos que encuentran en la guerra su moldura de supervivencia política, tal como se les ha estigmatizado por fanáticos gobiernistas? ¿Confirman con su actitud y viraje, que quieren llegar a la paz pero dentro de condiciones dignas, sin impunidad alguna, para la sociedad colombiana? Comunidad que en no pocas ocasiones ha estado estupefacta con lo que se cede y concede en las bellas playas cubanas.

 

Otra lectura, en esta primera coincidencia, –¿y acaso seguirán más?– podría ser la flexibilización para aminorar toda clase de persecuciones contra Uribe Vélez. Se le ha querido asfixiar con acusaciones provenientes no solo del sindicato de testigos falsos que se ha establecido con credibilidad en la justicia colombiana, sino del Ejecutivo nacional y de organismos de investigación y juzgamiento, a quienes les hacen coro, paniaguados medios de información capitalinos. Lo acosan, lo persiguen, lo quieren disminuir en su capacidad de lucha –respondidas no pocas veces con reacciones primarias– para inventar toda clase de delitos contra él y su íntimo círculo familiar. Ha sido una jauría perruna que le lanzan para morderlo en su moral. Una cacería que pocas veces se había visto en la historia política de Colombia. Ni siquiera vivida en las épocas de enfrentamientos viscerales y apasionados entre conservadores y liberales.

 

Aún hay puntos clave de discusión santista con el uribismo sobre el proceso habanero, como existe con las Farc. Tales discrepancias han obligado al presidente Santos a aplazar la firma del acuerdo previsto para el miércoles santo. Esta postergación comprueba que ha sido un procedimiento lleno de improvisaciones, en donde los negociadores de la subversión han demostrado más sindéresis, más habilidad que el Gobierno. La guerrilla ha amasado la agenda y sus declaraciones han sido más inteligentes que las vacilaciones, retrocesos y bravuconadas del presidente y su comparsa…

 

P.D.: Parece que el plebiscito para legitimar el acuerdo de paz está resultando un esperpento. Lo demandan ante la Corte Constitucional el fiscal y el contralor general. Lo rechazan las encuestas. Lo impugna un grupo de constituyentes de la Asamblea de 1991, argumentando que atenta contra los derechos de los abstencionistas. Todos a una –conscientes o no– le prestan así un gran servicio a Santos, encartado con la criatura. Si la Corte, con tanta presión, lo tumba, saldría muy orondo el presidente a decir que hasta allí llegó su promesa con el votante. Reculada que no es difícil para él, dado que no se sabe cuándo dice lo que realmente piensa ni lo que verdaderamente piensa cuando lo dice. Y se reiría a carcajadas de la ingenuidad nacional, dentro de las cortinas de Palacio….