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Los contrasentidos de la historia colombiana

El siguiente es el texto del editorial del exministro, Fernando Londoño Hoyos, luego de la sesión de la Comisión Segunda del Senado de la Repùblica el pasado 17 de septiembre.

 

“En el debate de ayer contra el presidente Álvaro Uribe Vélez tuvimos que oír muchas majaderías. Tuvimos que recibir los miasmas de antiguos resentimientos, y se eludieron los temas esenciales que sin embargo alcanzaron a pronunciarse.

 

En algunos momentos quienes adelantaban esta discusión descubrieron y propusieron el tema central. Y es que la cuestión del paramilitarismo, es la cuestión del narcotráfico.

 

Las autodefensas nacieron inicialmente como una manera de hacer alianza entre las Fuerzas Militares y los campesinos desprotegidos, porque no había Fuerzas Militares suficientes. Los campesinos eran los que a través de radioteléfono se comunicaban con los comandantes de la brigada y le pedían auxilio y el auxilio llegaba, era una forma de defender a un país inerme ¡Eso está claro!

 

Pero, rápidamente, todos esos movimientos se convirtieron en movimientos armados que encontraron su satisfacción plena en el negocio del narcotráfico, y todos se volvieron narcotraficantes porque era una fuente de enriquecimiento gigantesco.

 

De manera que iban de la mano la necesidad o la voluntad de ofender al país, como lo hacían las Farc, y la voluntad de defender ciertos grupos y de defender ciertos territorios como lo hicieron los llamados, tan mal llamados paramilitares, que también se metieron en el negocio del narcotráfico porque era la manera de enriquecerse, porque era la manera de vivir en un mundo independiente y porque era la manera de construir unos estados independientes.

 

El presidente Álvaro Uribe fue acusado de paramilitar, que es lo mismo que acusarlo de narcotraficante. Como yo no tengo sobre esto manifestaciones de segunda mano, sino que fui actor fundamental de este tema, rindo mi testimonio sobre lo que hizo el presidente Álvaro Uribe Vélez para destruir paramilitares y farcsantes o miembros de las Farc; para construir un Estado de derecho; para devolverle a Colombia la confianza en sus instituciones; y ese debió ser el debate central, ese debió ser el debate capital.

 

¿Qué hizo el presidente Uribe y qué hicimos quienes estábamos siguiendo sus instrucciones? Desde antes de posesionarse, con el presidente Uribe tomamos un punto de partida, un punto esencial, llegamos a una conclusión profunda, capital, que salió del fondo del alma del presidente Uribe que obviamente era el gran inspirador de estas políticas y nosotros sus ejecutores.

 

El narcotráfico es el combustible que alimenta todas las guerras: la guerra paramilitar, la guerra de las Farc, la del ELN, todo está transido de narcotráfico. Luego, o es narcotráfico o es Colombia. Vamos a derrotar el narcotráfico en todas sus instancias, en todas sus formas, que de esa manera vamos a derrotar la violencia en Colombia.

 

Punto de partida esencial ¿Eso por qué no se discutió? ¿Eso por qué no se analizó? Porque Cepeda estaba buscando a ver si el papá de Álvaro Uribe había rejoneado en compañía de algún rejoneador que tuviera vínculos con los paramilitares ¿Qué hizo el presidente Uribe? destruirlos a todos porque el narcotráfico era el combustible que alimentaba todas las guerras.

 

¿Eso cómo se hizo?

 

Se hizo queridos amigos con una combinación, ahí si la combinación de las formas de lucha, pero la combinación legítima de las formas de lucha para llegar a un resultado que era una Colombia libre de narcotráfico.

 

Lo primero fue reconstituir una institución, que existía, pero que existía nominalmente, el CNE, el Consejo Nacional de Estupefacientes, lo revivimos por orden del Presidente de la República, esto mis merecimientos, si existieron nuestros merecimientos, fue haber cumplido cabalmente las órdenes de Álvaro Uribe Vélez. El Consejo Nacional de Estupefacientes tiene que ser el órgano central de una política contra las drogas, es decir contra los paramilitares, contra los miembros de las Farc, contra todos los bandidos de Colombia.

 

Ese Consejo Nacional de Estupefacientes estaba integrado por seis ministros de Estado; por el Director de la Policía; por el Director del DAS; por el Procurador General de la Nación; por el Fiscal General de la Nación.

 

Como nos pareció muy poco, por razones que vamos a explicar y esto fue una falla en el Consejo Nacional de Estupefacientes, teníamos como invitados principales y de honor: al comandante de las Fuerzas Militares, al comandante del Ejército, al comandante de la Fuerza Aérea y al comandante de la Armada Nacional, y que lo digan si no.

 

Pero no era un consejo de renombrón o aparente, no, nos reuníamos todos los últimos viernes del mes en el Hotel Tequendama, en desayunos que empezaban a las siete y media de la mañana y terminaban al filo del mediodía, para trazar una política antidrogas porque era Colombia o eran los narcotraficantes de cualquiera especie que fueren, y eso funciono y funciono a la perfección, con unos resultados que el país al parecer ha olvidado.

 

Esos ministros asistían, nosotros ordenábamos las reuniones y a los ministros les exigíamos que fueran ellos personalmente. ¡Ay de un ministro que me fuera a mandar a un viceministro a la reunión! eso no valía, tenían que ir personalmente porque eso era, después del Consejo de Ministros, la organización más importante del país. Eso lo hacía Álvaro Uribe Vélez ¿sería para proteger a los narcotraficantes paramilitares?

 

Había que nombrar un hombre excepcional, valeroso, dispuesto a jugarse la vida en contra del narcotráfico para ejecutar las órdenes del Consejo Nacional de Estupefacientes, y nombramos Director Nacional de Estupefacientes a uno de los antiguos militares más probos, más resueltos, más valerosos que en Colombia hemos tenido: el coronel Luis Alfonso Plazas Vega, quien se metió en esta causa con todo el corazón.

 

Y teníamos las reuniones ¿Para hacer qué queridos amigos? ¿Qué fue lo que se hizo ordenado por ese Consejo Nacional de Estupefacientes?

 

Primero: arrasar con los cultivos ilícitos. En esto nuestra cercanía con la Embajada americana y con los Estados Unidos fue inocultable y definitiva.

 

Se estaba fumigando, miren ustedes, con una composición de glifosato que servía de abono para los cultivos ilícitos, fue lo primero que me dijo la embajadora Patterson: ‘mientras ustedes sigan fumigando con esa concentración de glifosato, pues están abonado los cultivos de coca y las Farc y los paramilitares y todos van a estar encantados’.

 

¿Cuál es la concentración debida? La concentración debida es esta, no la dieron ¿Sabe cuándo la aprobamos, presidiendo el Presidente de la República, obviamente el Consejo de Ministros en que esa decisión se tomó? el primer día de gobierno, el primer día, no el segundo, y se fumigo como era. Y de 145 mil hectáreas de coca sembradas pasamos a 70 mil en un año. Redujimos a la mitad la superficie sembrada de coca y por supuesto la producción de coca, coca que tenían los paramilitares y que tenían las Farc, eso era lo que hacía el presidente Álvaro Uribe Vélez.

 

Pero para empezar, apenas para empezar, había que interrumpir el flujo de precursores químicos en lo que hay una gran mutabilidad, porque estos bandidos contratan buenos ingenieros químicos que cambian el ácido sulfúrico por el clorhidrato de no sé qué diablos, hay dos precursores químicos que no se podían cambiar: el cemento y la gasolina, y esto era una operación militar, y que el general Mora nos desdiga o que el general Ospina nos desdiga, si no dábamos las ordenes de paralizar el flujo de cemento y el flujo de gasolina.

 

Protestaban, protestaban miembros del Congreso, protestaban gobernadores, protestaban todos los que por interés o por miedo estaban al servicio del narcotráfico.

 

Era una operación militar que ordenábamos desde el Consejo Nacional de Estupefacientes asumiendo nosotros la responsabilidad política de esa decisión. Y los narcotraficantes empezaron a quedarse sin cemento y a quedarse sin combustible, es decir, a ver disminuido dramáticamente su negocio.

 

Las fumigaciones, dicho sea el paso, eran operaciones de guerra, eran momentos en que las Farc y los narcotraficantes eran dueños de vastas zonas de cultivos y disparaban a los aviones de fumigación, había que entrar con aviones de bombardeo y después con helicópteros artillados para que después pudieran entrar los aviones de fumigación.

 

Y fumigamos, y fumigamos, y fumigamos, y cortamos la marcha de los precursores químicos todo por orden del presidente Álvaro Uribe, que supuestamente estaba protegiendo sus amigos paramilitares.

 

Pero esto no era suficiente, todos estos bandidos de cualquier corte o cualquier pelambre que fuera, le tenían terror a la extradición. Ya habían asesinado dos ministros de Justicia y habían dejado otro ministro con dificultades y con problemas después de unos balazos que le dieron, al doctor Parejo González.

 

Asumimos la responsabilidad y extraditamos a todos los bandidos que nos pidió el Departamento de Estado de los Estados Unidos a través de la Embajada americana, pueden preguntarle a la embajadora Anne Patterson si el presidente Álvaro Uribe se negó alguna vez a la extradición de un bandido de estos. Ejecutamos esa política asumiendo un riesgo que sabíamos, era riesgo de vida, pero había que salvar a Colombia.

 

Y extraditamos a todos los bandidos y esto se hizo por centenares, una extradición que estaba paralizada, por cualquiera razón que fuera, el presidente Pastrana había paralizado de hecho las extradiciones. Las revivimos.

 

Recordamos que en alguna ocasión hablando con la embajadora Anne Patterson, cuando le estábamos exigiendo la llegada inmediata de aviones de la DEA para llevarse a ciertos narcotraficantes acusados por supuesto de ser paramilitares también, nos decía: ‘nunca creímos que recibiéramos una llamada de un ministro del Interior a acosarnos en la Embajada americana para producir una extradición, nunca creímos que ese día llegara’. La señora Anne Patterson lo podrá ratificar.

 

Había que quitarles los bienes, no era suficiente cortarles el negocio, no era suficiente extraditarlos a los Estados Unidos, había que quitarle los bienes. Y produjimos una Ley de extinción de dominio que se hizo de nuestro puño y letra, y que discutimos en el Congreso, y que nos decían -esa Ley no pasara nunca- pues pasa, y la pasamos, el presidente Uribe se jugó todo su prestigio político para pasar esa Ley, una Ley que se han encargado otros de dañarla y de limitarla y disque de meterle garantismo jurídico para proteger los bienes de los narcotraficantes.

 

En nuestra época eso funciono, el coronel Plazas lo puede decir, en un año se le quitaron, en un año, uno, se le quitaron a los bandidos con sentencia ejecutoriada, no con esas incautaciones de mentiras que se hacen con personas con fusiles para después devolverles los bienes a los narcotraficantes, no, sentencia ejecutoriada, de bienes que pasaron al Gobierno de la República, más de dos billones de pesos, más de cien mil hectáreas que se le quitaron fundamentalmente a los paramilitares. Ese era el amigo de los paramilitares, ese era el amigo de los narcotraficantes.

 

Pero no era suficiente ¿Por qué había paramilitares en el país? Porque se ofrecían como única forma de Estado, de fuerza, la gente estaba aterrorizada en manos de las Farc ¿Qué había qué hacer? Llevar la fuerza legítima del Estado a todos los rincones de la República. El presidente Uribe encontró 168 municipios del país donde no había un solo policía.

 

Cuando salimos del gobierno año y medio después de iniciado, teníamos 160 de esos municipios cubiertos con Policía y con los soldados campesinos, esa institución maravillosa que diseño la inteligencia soberbia de Marta Lucia Ramírez de Rincón y su capacidad de ejecutoria increíble.

 

En todos los municipios de Colombia, en las cabeceras municipales, había por lo menos 70 policías y por lo menos un pelotón de soldados campesinos, es decir 40 soldados, más sus cuadros profesionales.

 

¿Eso qué produjo como resultado? que los paramilitares se quedaron sin oficio ¿Para qué iba le gente a pagarle vacunas a los paramilitares si ahí estaba el poder del Estado? ahí estaban sus policías, ahí estaban sus soldados campesinos, ahí estaba el Estado de Colombia.

 

Y por eso los paramilitares se tuvieron que rendir. No se rindieron, no, de ninguna manera por sus cercanías con el gobierno, quedaron cercados por una población que los despreciaba ¿Para qué me ofrecen ustedes una seguridad que me da el glorioso Ejército de Colombia y que me da su abnegada Policía?

 

Eso fue lo que se hizo señores, recuperar el país de las garras del narcotráfico y de las garras de los paramilitares que no tuvieron más remedio que rendirse.

 

¿Y qué se hizo con ellos? Someterlos, recibirles sus fusiles, era una entrega, ahí no había discusión sobre el orden jurídico y sobre el orden político y económico y social de país ni había declaraciones que dar, era el orden del Estado que recibía sumisamente a unos bandidos alzados en armas que se le entregaban al poder de la República.

 

Terminaron extraditados, buena forma de protegerlos decía el señor Cepeda, ‘es que los mandaron a los Estados Unidos para que se callaran’ ¡Pero por Dios no sea farsante! si usted ha ido a los Estados Unidos a hablar con esos bandidos, con los bandidos narcotraficantes que han resuelto declarar toda clase de barbaridades contra el presidente Uribe, o no se acuerdan ustedes ciudadanos cuando en el aeropuerto El Dorado camino del avión de la DEA gritaban: ‘¡nos vengaremos, nos vengaremos!’ Se han vengado con declaraciones infames, idiotas, con testimonios falaces que protege la Fiscalía General de la Nación en manos de esos amigos de los que promovieron el debate de ayer

 

El presidente Uribe acusado de paramilitarismo y acusado de condescendiente con las drogas. El hombre que definió el país para ser libre, para ser independiente, para ser un país demócrata tenía que vencer las drogas. El hombre que impuso estas medidas que se presentaron combinadas y se ejecutaron combinadas para derrotar el narcotráfico.

 

Resultado: los paramilitares se tuvieron que entregar, las Farc quedaron derrotadas y metidas entre el monte, el narcotráfico iba a ser vencido, hasta que llego el presidente Santos a darle nuevo alivio, a darle nuevo impulso y ahí está el crecimiento desbordado de las Bacrim y el crecimiento desbordado de las Farc, que son lo mismo, esa es la misma historia y por eso están unidos, y al presidente Uribe es al que quieren llevar a los tribunales de justicia por su asociación con los paramilitares.

 

Nunca conocí un tipo de esos, los odie con todo el corazón porque estaban poniendo en peligro la vida institucional de la República y los combatí por orden del presidente Álvaro Uribe Vélez, con la compañía inmejorable de esa mujer extraordinaria que es Marta Lucia Ramírez de Rincón y con la compañía de mis otros amigos y colegas de gabinete y con la compañía ineludible e insuperable del comandante de las Fuerzas Militares, el comandante del Ejército, el comandante de la Armada y el comandante de la Fuerza Aérea Colombiana, porque esa fue una operación de guerra.

 

Ese es el hombre al que quieren juzgar por amigo de los paramilitares y de los narcotraficantes, y entre los que lo juzgan están encubiertos o con la cara descubierta los que promovieron la vergüenza de Colombia de que tuviera un presidente elegido con los dineros del narcotráfico. Horacio Serpa acusando a Uribe de narcotraficante ¡Vaya por Dios! esto es sencillamente grotesco.

 

Juan Fernando Cristo, el del comité de agenda ¿usted se acuerda de los comités de agenda ministro Cristo? ¿se acuerda? cuando usted se reunía con todos estos bandidos, con el presidente Samper a la cabeza, como los denuncio Fernando Botero Zea, por mi intermedio, porque fui el acusador de Ernesto Samper.

 

¿Ustedes acusando a Álvaro Uribe de narcotraficante, de amigo de los paramilitares? ¡Por Dios! Hasta Claudia López en toda su beligerancia tuvo que recordar que el presidente Uribe había hecho mucho por la seguridad de los colombianos, por el combate contra la droga, doña Claudia, por el combate contra la droga que era la madre de todos los combates, y ahí están los resultados: un atentado en mi contra porque me quisieron matar tanto para callarme, como para recordar las viejas heridas que le habíamos dado al narcotráfico; el coronel Luis Alfonso Plazas Vega en una cárcel disque por los desaparecidos del Palacio de Justicia; la revancha de los narcotraficantes y la revancha de los paramilitares contra un hombre impoluto, que libró todas las batallas y que las ganó, porque no se trataba simplemente de hacer esfuerzos, lo único que justifica el esfuerzo del Estado es el éxito, es la victoria, victoria que tuvo el presidente Álvaro Uribe Vélez en su lucha contra narcotraficantes y paramilitares.

 

Rindo este testimonio ante la historia, el presidente Uribe fue el gran luchador contra el paramilitarismo, al que derrotó y al que obligo a su vencimiento, a entregar mansamente los fusiles, porque se quedaron sin oficio, porque el poder del Estado volvió a todas las regiones de la República.

 

El presidente Uribe, el hombre que ejecutó estas políticas, acusado hoy, nada menos que por Cepeda, el amigo de las Farc, es decir, el amigo de los narcotraficantes de hoy, acusando al presidente Uribe. Definitivamente dar coces contra el aguijón, los pájaros tirándole a las escopetas ¡Vaya contra sentido del debate de ayer! ¡Vaya ridiculez la que se quiere escribir contra una historia que se quiere sepultar en el olvido!

 

El presidente Uribe le entregó el país a Juan Manuel Santos, un país próspero, un país sin peligros, un país seguro, con unas Farc arrinconadas, con un narcotráfico vencido al que había que darle el puntillazo final como a los toros que han perdido toda capacidad de lucha en la arena del circo.

 

Esa fue la verdad y ese es el testimonio que rendimos, y que rendimos llenos de admiración por ese hombre extraordinario que fue Álvaro Uribe Vélez que inspiró y dirigió estas políticas.

 

No fuimos nosotros, no, fuimos apenas sus ejecutores, de una visión de Colombia libre de narcotráfico, libre de paramilitarismo, libre de Farc, donde las únicas armas legitimas fueran las armas de la República, donde la única fuerza fuera la fuerza potente del Estado, la coercibilidad del derecho que aprendimos y enseñamos en todos los cursos de Filosofía del Derecho.

 

A ese hombre extraordinario, impoluto, grandioso, a ese monumento de la historia colombiana, fue al que le hicieron un debate ayer los narcotraficantes de antier, de ayer, y de hoy.

 

¡Válganos Dios! Los contrasentidos de la historia colombiana”.

 

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