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Los pecados fiscales

Hace varios siglos, en el contexto religioso y con el fin de formar la solidez moral del individuo, se adelantó una clasificación de siete conductas reprochables que atentan contra el desarrollo armonioso de la persona. Para el siglo VI y luego de una evolución doctrinal, el papa Gregorio I decidió clasificarlos en lujuria, pereza, gula, ira, envidia, avaricia y soberbia.

 

Basados en esa clasificación, sería oportuno juzgar los grandes pecados que está cometiendo el actual Gobierno al presentar una reforma tributaria para llenar un hueco fiscal del 12,5 billones de pesos, detonado por su ritmo de gasto y la incapacidad de los ingresos para soportarlos.

 

Lujuria (deseo desmedido): el Gobierno somete al pueblo colombiano a una nueva reforma en un periodo de dos años, debido a su exuberante ritmo de gasto. Entre los años 2012 y 2014, el presupuesto sin deuda creció al 11 por ciento, mientras la economía lo hacía en 4,7 por ciento. Para el 2015, el presupuesto sin deuda crece por debajo de la economía y faltan 12,5 billones, lo cual resulta más inexplicable cuando, durante los últimos cuatro años el recaudo ha aumentado en más de 40 por ciento.

 

Gula: la glotonería en los gastos de publicidad y eventos del Gobierno son alarmantes. Según la Contraloría, entre enero de 2012 y 2014, los gastos del Estado en estos rubros superan los 2,3 billones de pesos, el equivalente de incrementar el IVA del 16 por ciento al 17 por ciento.

 

Pereza: pese a que el Gobierno sabe que el país lo requiere, ha mantenido un ánimo perezoso para abordar una reforma tributaria estructural y ha preferido aplicar paños de agua tibia con graves impactos sobre sectores necesarios para la generación de empleo.

 

Soberbia: aunque múltiples analistas, dirigentes gremiales y sectores políticos han advertido sobre los riesgos de la reforma tributaria, se ha decidido aumentar el impuesto de renta a través de una sobretasa del Cree, mutar el impuesto al patrimonio hacia un impuesto a la riqueza, aplicando una base gravable a partir de 1.000 millones de pesos y eliminar las devoluciones de IVA por pagos con tarjetas débito y crédito. Estas medidas castigarán el ahorro, harán gravosas las situaciones a una multiplicidad de empresas y darán malas señales a la inversión.

 

Ira: considerando que esta es un sentimiento que enceguece la objetividad, el Gobierno se ha negado a que sus anunciados planes de ahorro se reflejen en un menor monto del presupuesto para el 2015 e igualmente en una menor carga tributaria. Su animosidad frente a la crítica ha impedido aceptar la probada necesidad de un ajuste real.

 

Frente a los pecados capitales es necesario que el Gobierno adopte virtudes propicias. Ante la soberbia, humildad para aceptar los errores; la gula, austeridad y control; la soberbia, diseñar un marco tributario estructural a favor de la generación de empleo y la inversión.

 

Continuar por el camino del pecado pondrá a Colombia en una posición vulnerable. Por la senda de las virtudes el país estará mejor preparado para enfrentar un panorama internacional, que cada día se torna más nebuloso.