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Mi voto por Óscar Iván

Hay muchísimas razones,  todas de peso, para votar por Óscar Iván Zuluaga a la Presidencia de la República. Y, de hecho, el asunto trasciende más allá del simple impulso de impedir la continuidad de un gobernante que no ha sido de beneficio para Colombia.

 

Y es que Óscar Iván podría haberle apostado a lo fácil y, simplemente, enfocarse en el cuerpo de doctrina del Centro Democrático, esos postulados enunciados por el  expresidente Álvaro Uribe, que tanto se han repetido y tanto tenemos que repetir: Seguridad Democrática, Confianza Inversionista, Cohesión Social, Estado Austero y Diálogo Popular, aspectos todos que Óscar Iván encarna muy bien y bajó los que regirá su administración.

 

Pero no hay duda de que ha tenido el acierto de enfocar sus propuestas en el tema clave de nuestros días como es la Educación. Hoy, tristemente, nos hemos enterado de que nuestro país quedó en el último lugar de una evaluación de las pruebas Pisa que pretendía medir la capacidad para resolver problemas de la vida cotidiana. La disculpa que ha dado el actual gobierno es que ese examen se realizó en 2012, algo totalmente irrelevante cuando sabemos que de ese atolladero no se va a salir de la noche a la mañana. Lo cierto es que las políticas para enderezar el rumbo hay que empezarlas a trazar desde ya.

 

Lo que estamos viviendo es producto de decisiones equivocadas que se tomaron en el pasado. Con el fin de ampliar la cobertura, el gobierno de López Michelsen decidió eliminar la jornada única para que los planteles atendieran poblaciones distintas de estudiantes en la mañana y en la tarde. Esto aún subsiste y sus efectos catastróficos, a lo largo de estas cuatro décadas, son incuantificables e inenarrables.

 

Asimismo, el gobierno de Andrés Pastrana quiso combatir la repitencia y el ausentismo escolar regalando los años, pasando de grado a miles de estudiantes sin importar cuán lejos hubieran estado de aprobar sus cursos: bastaba que su promedio fuera mejor que el del 5 por ciento en el que se había fijado el límite de estudiantes que podían ser reprobados en cada institución educativa. Por fortuna, el  gobierno de Uribe abolió este sistema de ‘promoción automática’ en 2009, pero en los casi 10 años que operó, produjo toda una generación que creció sin bases y que acusa una notoria incapacidad para acceder a la educación superior e, incluso, al mundo laboral.

 

Esos son apenas dos ejemplos de los desastres que puede provocar un gobierno cuando la Educación no está entre sus mayores intereses, cuando no es uno de sus pilares. Enhorabuena, el mayor propósito de Óscar Iván es llevar a los 9 millones de estudiantes de instituciones públicas a la jornada completa, de 8 de la mañana a 4 de la tarde, con desayuno y almuerzo gratuitos.

 

Solo mencionando lo anterior, los beneficios saltan a la vista. Pero eso es poco ante los efectos de contar con más horas para la práctica deportiva, para cultivar las artes y para intensificar el aprendizaje de esas áreas tan imprescindibles para el desarrollo del país y que hoy muestran tantas falencias: las matemáticas, las ciencias, la lectoescritura, el inglés… Además, la finalidad es que cada bachiller salga con un grado técnico del Sena, sabiendo un oficio con el que se pueda defender en la vida y sacar su familia adelante. Hoy, muchos abandonan los estudios para ayudar al sostenimiento del hogar; mañana, la mejor ayuda para sostener la casa será quedarse estudiando. El colegio será la mejor calle, la mejor esquina.

 

Y la propuesta de Óscar Iván no termina ahí. La idea es que cada bachiller pueda acceder a la educación superior o a educación técnica de alto nivel. Con ese objetivo, propone disponer de educación superior gratuita para los niveles 1, 2 y 3 del Sisbén. Claro que también tendrá en cuenta el mejoramiento de la calidad de los docentes, comenzando por el aumento de sus ingresos, y muchos otros temas que inciden en el panorama educativo, pero el núcleo de su propuesta cambiará a Colombia.

 

La apuesta de Óscar Iván Zuluaga es una apuesta de futuro, es una decisión encaminada a empoderar a las nuevas generaciones del destino de un país que, a decir de muchos, ha estado bajo el yugo de las élites locales y ciertos poderes foráneos. Abrir el conocimiento a todas las capas poblacionales es la verdadera revolución democrática y la base de una transformación cultural para el progreso y la verdadera paz. Ese énfasis es la razón de mi voto por Óscar Iván Zuluaga.