Uno de los ensayistas lúcidos de este país ha sido William Ospina. Era, mejor dicho, hasta hace una semana, cuando la nueva intelectualidad oficialista cerró filas para excomulgarlo porque, en testimonio de su independencia de criterio, resolvió escribir que no acepta el santismo y opta por la candidatura de Zuluaga como el mal menor. Los mismos que rechazan las posturas dogmáticas del Procurador son los que ahora, en demostración de sectarismo, intolerancia y complacencia con el poder le caen encima al pensador y poeta porque no simpatiza con el candidato del gobierno.
Ospina ha expresado posiciones controvertibles, pero respetables. Nadie, entre sus actuales detractores, lo censuró, como ahora, cuando se manifestó en favor de Chávez. Ninguno llegó a criticar sus novelas (para mi, collages de excelentes ensayos históricos suyos) ni su biografía lírica de Bolívar. Eso sí, dejó de ser respetable para el Laico Oficio de la Inquisición cuando se atrevió a separarse de la corriente unidireccional y monocromática para decir que "con la vieja dirigencia puesta a un lado, tal vez sea más posible ver luz al final de este túnel, de este largo siglo de centralismo, de desprecio por Colombia y de arrogancia virreinal".
La feroz arremetida contra William Ospina la han comandado varios líderes del columnismo bogotano, dueños de la razón y la verdad revelada, secundados por opinadores y adherentes de medios tradicionales y mal llamadas redes sociales. No es raro, en este país en el que un senador lenguaraz propone que fusilen a los opositores y un exministro impertinente califica de malandros a los votantes contrarios al candidato presidente. Eso lo han tapado. Ciertos propagandistas de la apertura mental, que en su confusión ideológica suelen confundir izquierda socialista con liberalismo y neoliberalismo con fascismo, obran como si la tolerancia fuera en una sola vía, la que favorece sus puntos de vista exclusivos y excluyentes. La mentalidad totalitaria se disfraza de neoprogresismo pacifista.
En sensato y ponderado editorial de ayer domingo, El Espectador volvió a sus raíces liberales para darles una lección a "una horda" de perseguidores de William Ospina y en general a los culpables de promover discursos de odio y pregunta, al final: "¿Cómo hará Óscar Iván Zuluaga oJuan Manuel Santos, gane quien gane, para congregar alrededor de su gobierno a esta sociedad tan dividida? ¿Para respetar y valorar la oposición sin destrozarla? ¿Para promover una sociedad que acepte la diferencia de pensamiento? ¿Podremos volver a opinar sin morir en el intento?
¿Y cómo, de verdad, "ver luz al final de este túnel, de este largo siglo de centralismo, de desprecio por Colombia y de arrogancia virreinal"? A los neoinquisidores gobiernistas y autocráticos no se les escapa de la hoguera verbal ni William Ospina.