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Petróleo, impuestos y La Habana

Las perspectivas para el 2015 son preocupantes y el Gobierno, en lugar de tomar decisiones que amortigüen los efectos negativos de la situación, da muestras de querer seguir actuando con cierta arrogancia.

 

La caída de los precios del petróleo no se asemeja a los episodios del pasado.

 

Tanto es así que expertos en la materia pronostican una temporada larga de bajas cotizaciones del crudo.

 

A diferencia de los cambios abruptos de dichos precios, que se presentan por razones coyunturales, las cuales muchas veces no perturban el mercado, lo que acontece ahora obedece a causas estructurales.

 

Por el lado de la demanda, esta se ha debilitado debido a la desaceleración de la economía China, el mal comportamiento del PIB en el Japón y los problemas en la Unión Europea.

 

Inclusive Alemania ha registrado índices preocupantes en materia de exportaciones y producción industrial.

 

En los Estados Unidos la situación tampoco es tranquilizante.

 

El crecimiento se ha acelerado, pero la actividad económica todavía es débil. Por eso el Fondo Monetario Internacional ha tenido que revisar durante el 2014 sus proyecciones del crecimiento global, el cual calcula ahora en 3.3 por ciento.

 

Con respecto a la oferta, también hay hechos novedosos de importancia.

 

La producción mundial ha crecido significativamente, en especial gracias al petróleo de esquisto en los Estados Unidos.

 

En Septiembre de este año, por ejemplo, la producción se situó en 2.8 millones de barriles diarios por encima de lo que se registró el mismo mes del 2013.

 

Lo que se está presentando, pues, es una especie de “nueva guerra del petróleo de larga duración”, mediante la cual los productores tradicionales buscan, con precios bajos, enfrentar la nueva oferta proveniente de los no convencionales.

 

En las circunstancias actuales, Colombia no tiene alternativa distinta a tomar decisiones que hagan más atractiva la inversión.

 

Agilizar las decisiones sobre licencias ambientales, mejorar el diálogo con las comunidades para evitar bloqueos, e impedir los atentados terroristas son pasos indispensables.

 

Pero no solamente eso.

 

Cuando urge aumentar la producción, incrementar las reservas y bajar los costos, es absurdo gravar con más impuestos las inversiones que se requieren para conseguir esas metas.

 

De ser aprobado el proyecto de reforma tributaria que presentó el Gobierno, se le estaría propinando un golpe fatal al país.

 

Una actividad de la que depende el 50 por ciento de las exportaciones y que genera algo más del 20 por ciento de los ingresos corrientes, tiene que ser favorecida, no castigada con más cargas impositivas.

 

Y en La Habana, el Gobierno debe insistir en el cese de las acciones terroristas de las Farc, al igual que rechazar que algunas “salvedades” que estarían pendientes de discusión serían la inversión extranjera y el sector minero energético.

 

El Gobierno está en la obligación de mirar integralmente lo relacionado con el petróleo, los impuestos y las conversaciones con las Farc.