Difícil que el Gobierno pretenda que le crean, si sus propias versiones son contradictorias y contraevidentes.
Desde orillas diversas, que van desde el Polo hasta el Centro Democrático, pasando por parlamentarios santistas de la Unidad Nacional, se han formulado preguntas a la Fuerza Aérea y se han anunciado debates de control político a raíz de múltiples episodios recientes de diversa índole que golpean a esa admirada institución.
Fiel a su estilo, el Gobierno ha satanizado a quienes legítimamente preguntan por la situación de la FAC, como si a los ciudadanos no nos asistiera el derecho de preguntar por el rumbo de nuestras instituciones. Resulta que aquí todo el que haga una pregunta que al Gobierno no le guste es acusado de ser enemigo de la paz.
En cualquier caso, venga de donde venga, esa actitud de pretender sacar provecho político de las tragedias me parece reprochable. Espantoso. Cosa muy distinta es exigir respuestas pertinentes de los funcionarios responsables de las instituciones, por muy ministros que sean ellos o por muchos soles que tengan sus charreteras.
Y esas preguntas, razonables y válidas, en los episodios luctuosos de los últimos días, en buena medida surgen de versiones oficiales contradictorias que sembraron el desconcierto en los medios de comunicación y la ciudadanía. El enredo tras la tragedia del Black Hawk de la Policía, así fue, lo armaron las versiones equivocadas y contraevidentes del Ministro de Defensa y su contradicción con las informaciones de esa fuerza.
Y luego el ministro Villegas, quien parece estar adelantando con toda dedicación un curso relámpago de defensa nacional, rogó que se diera crédito a los partes oficiales cuando había sido él mismo el protagonista de los desmentidos. Y cuando era evidente que su versión final solo podía ser el producto de una especulación o de pensar con el deseo, pues ninguna investigación seria podía ser tan concluyente en 15 minutos.
Y es que hemos perdido nueve Black Hawks en estos años. Y han muerto 36 policías y militares en siniestros aéreos en lo que va del 2015. Y a raíz del fatal accidente del Kfir el 31 de diciembre último, producto de un flameout o apagón súbito, se dijo de fuente oficial que se revisarían la situación de la flota aérea y las condiciones en las que se brinda el mantenimiento. No en vano, columnistas tan respetables y disímiles como María Isabel Rueda, José Manuel Acevedo, Mauricio Vargas y Salud Hernández coincidieron en la crisis de credibilidad del Gobierno.
Admiro y valoro a la Fuerza Aérea Colombiana y a sus valientes integrantes. Tengo claro el inmenso aporte que ha efectuado al país y que su contribución para revertir la ecuación del conflicto fue monumental. Compartí aulas de clase en la Escuela de Guerra con varios generales del aire hacia quienes profeso sincero aprecio personal y hondo respeto profesional.
Por eso, cuando escuché las informaciones sobre el trágico episodio del Casa, sentí una enorme tristeza y una inmensa angustia por el futuro de nuestras Fuerzas, por sus hombres y mujeres y por nuestro país.
Que en una misma semana les nombren de abogado del Gobierno a uno de sus verdugos, que les radiquen en el Congreso un presupuesto recortado, que les confirmen la suspensión de operaciones que los cubrían de medallas y que se presente una tragedia de inmensas proporciones ameritaba preguntar por lo que ocurre en la FAC, máxime cuando uno de sus más queridos excomandantes, el general Velasco, ha advertido que a su juicio se estaban adoptando decisiones equivocadas y peligrosas.
Todas esas inquietudes del general Velasco y lo relativo a las modificaciones del Casa siniestrado siguen sin respuesta, al igual que múltiples preguntas sobre el Black Hawk de la Policía. El ministro Villegas y el Comandante de la FAC tienen la palabra. Ojalá respondan sin pasión política, sin improvisación mediática y con sereno rigor técnico.