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Puñalada Chavista

Mientras que el presidente estaba en su gira turística por Europa, Néstor Humberto Martínez develaba que la asamblea constituyente que quieren las Farc es “inevitable”. Ya se había dicho acá: no era gratuita ni espontánea la propuesta de constituyente del fiscal. Montealegre dice lo que Santos no puede o no quiere decir. Néstor Humberto lo ratifica.

 

Pensé yo, ingenuo que soy, que también había sido durante el presidencial paseo europeo que el gobierno de Venezuela había expedido el decreto 1787 que pretende fijar unilateralmente los límites con Colombia en el Golfo de Coquivacoa, y que era por eso, distraído como estaba Santos en convites y palacios, que no se había pronunciado sobre la decisión venezolana. Pero no, Santos se fue de gira a mediados de junio y el decreto es del 26 de mayo y fue publicado en la Gaceta Oficial de Venezuela el 27. Y desde entonces, silencio absoluto de Casa de Nariño y de Cancillería.

 

Está claro que por temperamento y por interés, los asuntos cotidianos del Gobierno afanan poco al presidente. A Santos lo que le interesa son los diálogos de paz. Y lo que le gusta son las relaciones internacionales y de ahí el placer con que viaja fuera del país. Por eso, por cierto, la figura del Ministro de la Presidencia, una especie de primer ministro no oficial, para que se encargue de gestionar el gobierno, de manera que él pueda dedicarse solo a lo que le cautiva y le interesa.

 

Pero si se supone que Santos se centra en lo internacional, ¿cómo es que ha callado de manera tan grave en esta ocasión? Porque el decreto venezolano no solo es una violación al derecho internacional al intentar delimitar unilateralmente una frontera que es objeto de un diferendo sino que constituye una vulneración a los derechos al mar territorial, la plataforma continental y la zona económica exclusiva de La Guajira colombiana y una agresión en toda la línea contra nuestro país. Ninguno de los gobiernos anteriores, algunos muy anticolombianos, se había atrevido a tal cosa. Y la canciller, tan oronda, también muda. Aunque no es de extrañar, porque callada ha estado frente a la violación de los derechos de los migrantes colombianos en Venezuela y frente a las deportaciones masivas y arbitrarias que viene realizando el chavismo. Y cómplice ha sido de la vulneración de la democracia y de los derechos de los opositores políticos en el país vecino. Un silencio que nos avergüenza.

 

Frente al chavismo, a Santos y a la canciller les tiemblan las piernas. Quizás sea porque le dan un papel determinante a Maduro y su banda en el proceso de La Habana. Pero ahora es tanto y tan importante lo que nos jugamos en términos de soberanía y de derechos territoriales que es imposible callar. El silencio no es opción. Aunque al momento de terminar esta columna, sábado al mediodía, el Gobierno no ha dicho esta boca es mía, suponemos que tendrá que expedir una nota de protesta clara, fuerte, contundente y pública. Mejor tarde, inexplicablemente tarde, que nunca. Pero no bastará con eso. Santos y la canciller tienen el deber de empezar la defensa de nuestros derechos en el Golfo por todos los medios legítimos. Y el proceso de paz que preocupa a Santos y ahora ocupa también a la canciller, flamante nuevo miembro de la delegación de La Habana, no puede ser excusa para no hacerlo. De hecho, el presidente debería sacar a la ministra de Cuba, donde pierde su tiempo, y dedicarla por completo a atender los pleitos en la Corte Internacional de Justicia y a buscar una solución a la crisis que ha generado el decreto de Caracas. Aunque cambiarla sería mucho mejor idea, fracasada como está en la defensa de los derechos colombianos frente a Nicaragua y ahora frente a Venezuela.

 

Los “nuevos mejores amigos” de Santos le han dado una puñalada trapera a él y a Colombia. Otra vez, la debilidad del presidente y su obsesión con el diálogo con las Farc, facilitan la acción de sus enemigos y le hacen daño al país. Por cierto, el nuevo ministro de Defensa y el mando militar deberían abrir los ojos.