En Bogotá, Medellín, Cali, Bucaramanga y Cartagena se hundió la tarima de la clase política. Allí ganaron los alcaldes inscritos inicialmente por firmas o los de movimientos cívicos. Hizo presencia el voto de opinión. A aquellos aspirantes, a medida que subían sus posibilidades de éxito, se les fueron sumando adherentes por conveniencias de supervivencia electoral.
Las izquierdas fueron las más castigadas en estas elecciones. En Bogotá se rompió el hechizo de 12 años de gobiernos populistas. La capital afortunadamente reaccionó ante tantas truculencias administrativas. Creemos que así se congela –si no es que se hunde definitivamente– la ambición presidencial de Petro. También en Medellín y Antioquia la izquierda quedó de primeros auxilios. Su papel fue deplorable. En Medellín los dos candidatos populistas –así como Salazar– quedaron por debajo del voto en blanco. Para ellos fue la debacle.
La debilidad de los partidos políticos de todos los pelambres se patentizó no solo en las coaliciones que tuvieron que hacer para subsistir burocráticamente en gobernaciones y alcaldías, sino en la derrota que todas las colectividades experimentaron ante el voto en blanco, los anulados y los tarjetones no marcados. Todos estos sumados fueron los grandes ganadores en esta imperfecta y hasta pintoresca democracia colombiana.
Aquellas coaliciones estrambóticas se dieron debido a que los partidos no se sentían capaces de ganar gobernaciones y alcaldías con sus propias banderas. Y luego acudieron a las falacias para reclamar triunfos inexistentes. Dudamos que estos matrimonios electorales hayan sido más que por el bien común y analogías programáticas que por supervivencia burocrática.
En Antioquia se reiteró el hecho de que los votos no se endosan. Los dos grandes electores que con su liderazgo se han ganado el fervor mayoritario y el respeto nacional, Uribe Vélez y Fajardo, no lograron transmitirles su prestigio y poder de convicción a sus candidatos. Luis Pérez los despanzurró. Ahora buena parte de la clase empresarial, antioqueña en especial, tendrá que tender puentes con el nuevo gobernador para que los proyectos de las exitosas alianzas público/privadas que se han desarrollado no se paralicen. El progreso social con equidad y el desarrollo económico regional, demandan desprendimiento, dejando de lado egoísmos y anatemas.
Federico Gutiérrez inaugura una nueva era dentro de la aparición y eficacia del voto de opinión. Encarna juventud, independencia, arrojo, coherencia. Deberá trabajar con Luis Pérez para impulsar un plan integral de desarrollo para la región, con el fin de buscar un equilibrio entre su capital y las subregiones de Antioquia. Terminar con la sindicación de que el centralismo con el cual acusamos a Bogotá, en buena parte se aplica en la región paisa en las relaciones de su capital con el resto del departamento.
El Centro Democrático, si bien perdió la gobernación de Antioquia y la alcaldía de Medellín, obtuvo la mayor votación en la elección de diputados y concejales. Se constituye así como la primera fuerza política de la región.
Otra elección que pasa. Esperamos que aquí no haya retaliaciones ni cobros de viejas cuentas personales y electorales. Como dirían los centenaristas, es hora de la abnegación, del olvido y del desprendimiento.