Al director de Aerocivil le quedó grande el 'boom' de la aviación comercial. Es hora de cambiarlo.
“A las 3 de la tarde tuvimos algunos retrasos de hasta 20 minutos, en los vuelos que llegaban, por mal tiempo en Bogotá, pero ya se superó”. Con esas palabras del director de Servicios Aéreos de Aerocivil, coronel Juan Carlos Rocha, la entidad trataba de calmar a los viajeros que, en diferentes aeropuertos del país, se desesperaban por el atraso de sus vuelos, el martes 17 en la tarde. Pero, en vez de calmarlos, los indignó.
Por razones de trabajo me encontraba en el aeropuerto de Rionegro a la espera de un vuelo que debía despegar hacia las 4 y que terminó saliendo casi a las 8, después de haber sido embarcado media hora tarde y de que mi avión fuese devuelto de la cabecera de la pista al edificio de la terminal, donde todos fuimos invitados a bajar. Cientos de pasajeros se acumulaban en las salas. La VIP de Avianca colapsó. Piquetes de viajeros pedían información a los funcionarios de las aerolíneas, pero sólo obtenían datos contradictorios: que mal tiempo, que cerraron una de las pistas de Bogotá.
Las pantallas repetían, al lado del número del vuelo y de su destino, la palabra ‘demorado’. Como Aerocivil insistía en que todo estaba bien, a excepción de unos pequeños retrasos, tomé fotos y se las envié a mi colega Diana Calderón, directora de noticias de Caracol Radio, quien me dijo que recibía informes similares de otros aeropuertos.
Un piloto se me acercó, con cara de sufrimiento. “Ay, amigo Mauricio –me dijo–, un día va a ocurrir una tragedia”. Quise indagar y él se mostró dispuesto a explicar su aterradora frase, a cambio de que guardara su nombre bajo reserva. “El tráfico aéreo ha crecido muchísimo más de lo planeado –ahondó–. El Dorado está colapsado por el exceso de vuelos, por unas pistas de carreteo que hacen ineficiente el sistema y porque los protocolos de control aéreo están pasados de moda y no aprovechan las nuevas tecnologías que permitirían agilizar las operaciones”.
¿Y Aerocivil?, pregunté. “No pone en cintura a las aerolíneas, que hacen lo que quieren, ni a los controladores, ni a nadie”. Convinimos en que mi demora está lejos de ser de las graves. Recordé la imagen de la ministra de Transporte, Cecilia Álvarez Correa, días atrás, con sentido del mando y solidaria con los pasajeros, haciéndose cargo de la grave situación en el puente aéreo de Avianca en El Dorado. A pesar de decenas de vuelos suspendidos o cancelados, ni la aerolínea ni Aerocivil –su director, Santiago Castro, brilla por su ausencia en las crisis– les daban la cara a cientos de pasajeros que habían dormido en el aeropuerto. Escenas similares se dieron con pasajeros de Lan el viernes 20.
Pero hay algo aún más grave. Ocurren constantes roces entre controladores y pilotos, pasó a decirme el piloto, “y eso es lo que un día, Dios no lo quiera, puede terminar en una tragedia”. No es la primera vez que un piloto me lo plantea.
“Esas tensiones, que son frecuentes, son el caldo de cultivo de un desastre”, insistió. “Averigüe –me dijo antes de despedirse–, esta temporada habrá más colapsos”.
Al día siguiente, indagué en el Gobierno y en dos aerolíneas, y me confirmaron el panorama que pintó el piloto. El tema ya ha sido debatido al más alto nivel de la Administración. Existe una sensación de desgaste de Santiago Castro, de que demoró la adopción de medidas para agilizar carreteo y control aéreos, así como la impresión de que perdió autoridad ante aerolíneas y controladores.
“Trata de posar de técnico, pero es muy politiquero”, me explicaron. “Pero el Presidente no se atreve a removerlo, porque lo respaldan el directorio conservador y el jefe del liberalismo, Simón Gaviria”. Como quien dice, mermelada en tiempos electorales. No importa que haya riesgos tan delicados. Y mientras tanto, los pasajeros que sufren a diario este maltrato, que se jodan.
FUENTE: eltiempo.com